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Es una historia de mentiras... misterios y tabúes.

¿Qué Harías si un día te enteras que toda tu vida es una farsa... y que tus verdaderos orígenes no son tan humanos como pensabas?...


Frase de la semana

"La belleza puede ser motivo de desaliento, de profunda desolación, y así me sentí en su presencia"

Los ojos del Vampiro.

jueves, 7 de octubre de 2010

La argentina Mía Maestro actuará en la próxima película de Crepúsculo

Como siempre los Argentino tenemos que figurar en algo y como no podiamos ser menos que otro lugar para brillar que la exitosa saga "Crepusculo".



Interpretará a Carmen, la figura materna del clan Denali. Se trata de la adaptación del último libro de la saga.

La actriz argentina Mía Maestro, radicada hace años en Estados Unidos, se sumará al elenco de "Amanecer", la última película de la saga adolescente "Crepúsculo".

Maestro, que actuó en "La niña santa", de Lucrecia Martel, interpretará a Carmen, la figura materna del clan Denali, cuyo líder es Eleazar, el personaje de Christian Camargo.

En la película se destacará la participación de Maggie Grace, conocida por su participación en la serie Lost. La actriz hará de Irina, una vampira que jugará un papel fundamental en la trama.

Periodismo.com

miércoles, 22 de septiembre de 2010

The Vampire Diaries 19: "Miss Mystic Falls"

Les dejo uno de los ultimos capitulos de la serie, espero q la disfruten.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Quilmes Cientoventenario - Comercial Oficial - 2010

Hola perdon por no estar presente este ultimo tiempo pero he tenido la pc rota.
Asi que para arrancar les dejo la publicidad de una cerveza muy conocida aca en Argentina "Quilmes" espero q les guste. El que es argentino la va a entender mas.


martes, 24 de agosto de 2010

Kristen Stewart está en Argentina

La actriz de la Saga Crepúsculo viajó para continuar las filmaciones de On the Road.


La actriz de la Saga Crepúsculo, Kristen Stewart, llegó el lunes a Argentina para continuar con las grabaciones de la cinta On The Road, que también la llevará a México.

Uno de los sitios web dedicados a la actriz, Kstewartsource.com, [ http://www.kstewartsource.com ] publicó fotografías que Stewart se tomó con empleados del aeropuerto y algunos fans.

Durante las últimas semanas, la actriz, que se aclaró el pelo para la cinta, estuvo trabajando con el resto del equipo en Montreal, Canadá.

Kristen Stewart volverá a Buenos Aires el sábado, luego de terminar de filmar en Bariloche. La actriz se quedara en la Argentina hasta el sabado 28 de agosto y luego viajara para continuar con la filmacion

“On the road” será dirigido por el cineasta brasileño Walter Salles y es una adaptación cinematográfica de una célebre novela escrita por Jack Kerouac en 1957. En el film además actúan: Sam Riley, Amy Adams, Viggo Mortensen, Kirsten Dunst, Elisabeth Moss, Steve Buscemi, Garrett Hedlund y Alice Braga.

domingo, 8 de agosto de 2010

Volterra, tierra de vampiros

Les dejo una nota que encontre en la web, sobre paisajes y visitas. En este caso el lugar no es Forks, sino Volterra. Un lugar misterioso y paradisiaco

Hace mucho tiempo, la pequeña población toscana atraía a turistas interesados por su pasado etrusco y sus monumentos medievales. Pero desde hace unos meses, recibe a millares de adolescentes seguidores de Crepúsculo, la saga fantástica que supuestamente se desarrolla en Volterra.



Desde lo alto de su torre, el alcalde contempla la ciudad, con las colinas perdidas entre la bruma, la muralla etrusca y más abajo, el pintoresco laberinto de callejuelas. Marco Buselli a veces añora los tiempos medievales, cuando Volterra parecía inaccesible, atrincherada tras las colinas. En aquella época, era raro ver a extranjeros. Suele venir a menudo aquí, en lo alto del Palazzo dei Priori. Necesita esta calma y esta vista, para reflexionar, para encontrar el modo de que Volterra se consolide en el mundo moderno sin renunciar a su carácter.

Buselli teme a la sobrexplotación comercial, un problema que han sufrido un gran número de poblaciones italianas. No quiere el desorden de Venecia ni la remodelación de San Gimignano. Quiere que Volterra mantenga su autenticidad, que siga siendo una ciudad de verdad y no un decorado de cine. Buselli tiene motivos para preocuparse. Desde hace más de un año, los amantes de las historias de vampiros llegan de todo el mundo y toman la ciudad de Volterra. La culpa es de Stephenie Meyer, autora de la saga Crepúsculo, con 100 millones de ejemplares vendidos. Precisamente un capítulo de la saga se desarrolla en… Volterra.

"Edward forever" escrito en los muros de la ciudad

Abajo, en la plaza, encontramos a la guía Dika Boelen rodeada por un grupo de adolescentes. Esta neerlandesa vive aquí desde hace 25 años. Antes organizaba recorridos turísticos por la ciudad para profesores alemanes de izquierda, amantes del vino ecológico, que leían a Pasolini y se alojaban en casas rurales. Ahora, sus nuevos clientes le preguntan sobre la tez de alabastro de los vampiros. La franja de edad de los turistas está alrededor de los quince años y vienen de Europa o de Estados Unidos. La mayoría son chicas acompañadas por sus padres, que llegan en autocar desde Florencia o Siena, escriben "Edward forever" en los muros de la ciudad y sonríen con éxtasis. El vampiro Edward conquista el corazón de las jóvenes desde Indonesia a Rusia, pasando por Noruega y Tailandia. El éxito de la película ha creado un fenómeno en todo el planeta.

Según explica Boelen, Stephenie Meyer no conocía Volterra. En Luna Nueva [el segundo volumen de la serie], la autora describe la ciudad natal de los Volturi, una familia de maléficos vampiros. Pero fue después, navegando por Internet, cuando descubrió la existencia de Volterra y eligió esta población por el parecido de su nombre con el de los Volturi. También podría haber elegido Viterbo o Vicenza, explica Boelen. En el libro, Edward, al creer que su amada Bella ha muerto, decide exponerse al sol de mediodía para hacer que los Volturi le maten. Por supuesto, Bella logra salvarle, de lo contrario no habría una tercera entrega, y los dos escapan de los Volturi para regresar a su umbrío rincón del noroeste de Estados Unidos. Los fans de la saga buscan incesantemente este lugar, que también existe en la realidad.

"Gracias a Crepúsculo, no hemos notado los efectos de la crisis"

Buselli explica que Volterra echó a perder los primeros contactos con este nuevo mundo. Algunas personas se quejaban, se negaban a ver su ciudad transformada en Disneyworld y se oponían a la multiplicación de pizzerías y de cámpings. "Luchamos contra ello durante meses", recuerda el alcalde. Montepulciano actuó con más astucia y logró cautivar al equipo de rodaje. Al final, la película se rodó allí. Buselli y el comité creado apresuradamente para tal fin idearon una estrategia para aprovechar el tirón de Crepúsculo sin desfigurar su bella población. Los guías turísticos buscan una puerta que podría haber traspasado el personaje de Bella en la película y una calle donde podría haber salvado a Edward. Ahora se propone un recorrido especial de Crepúsculo, con un final sangriento en un calabozo. "Los clientes quieren vampiros, pero nosotros les ofrecemos Volterra. Les mostramos las tumbas etruscas, los palacios renacentistas y así puede que recuerden algo propio de la ciudad", explica Boelen. Los recorridos ya se han vendido desde hace meses y en la ciudad se han reservado 50.000 noches de hotel extra en 2009. "Gracias a Crepúsculo, no hemos notado los efectos de la crisis", confiesa Buselli.

Al caer la noche, Dika Boelen lleva a su grupo hacia el calabozo, que es en realidad el pub irlandés Quo Vadis. Dos carceleros encapuchados sirven copas de vino rojo, como si fueran copas de sangre, unas estudiantes australianas chillan y una madre alemana hace un gesto de desagrado, mientras que sus hijas irradian felicidad. Dos chicas de 17 años de Trieste explican que han leído el libro una decena de veces. Para ellas, es más importante que la Biblia. El mensaje de Meyer a todas las chicas del mundo es que no se queden con el primer chico que llegue a sus vidas, sino que esperen al verdadero amor. "Si hubiéramos leído el libro antes, nos habríamos evitado más de un problema con los chicos", declaran las jóvenes con seriedad.Para Dika Boelen, los seguidores de Crepúsculo son terriblemente inocentes y la serie de libros, demasiado melodramática. En su opinión es la burda visión de Romeo y Julieta de una mormona que condena el sexo antes del matrimonio. "Cada generación lucha contra los ideales de sus padres", resume. Al final de la visita, Boelen lleva a las jóvenes hasta una plaza a las puertas de la ciudad. Quiere que sientan la atmósfera de la ciudad, que se dejen llevar por ella. "Los vampiros no tienen alma, pero Volterra sí".

Relatos vampiricos: "El Rostro. " de Benson

Sentada junto a la ventana abierta en aquella calurosa tarde de junio, Hester Ward empezó a meditar seriamente acerca de los presagios y la nube depresiva que le habían acompañado durante todo el día, y con gran sensatez enumeró para sí misma las múltiples causas de felicidad que había en las circunstancias afortunadas de su vida. Era joven, extremadamente atractiva, acomodada, gozaba de una salud excelente y por encima de todo tenía un esposo y dos hijos pequeños adorables. Ciertamente no existía ruptura alguna en el círculo de prosperidad que la rodeaba, y si en esos momentos un hada madrina le hubiera entregado la gorra de los deseos habría dudado si ponérsela sobre la cabeza, pues no podía pensar en nada que fuera digno de tal solemnidad. Tampoco podía acusarse, además, de no apreciar esas bendiciones: las apreciaba y disfrutaba enormemente, y deseaba de corazón que todos aquellos que con tanta munificencia
habían contribuido a su felicidad pudieran compartirla.

Hizo una revisión muy deliberada de todas esas cosas, pues se encontraba realmente ansiosa, en realidad más de lo que se atrevía a admitir, por encontrar algo tangible que pudiera justificar la sensación siniestra de que se acercaba el desastre. También había que considerar el clima, pues durante la última semana había hecho en Londres un calor sofocante, pero si era esa la causa, ¿por qué no lo había sentido antes? Quizás el efecto de aquellos días sofocantes y sin aire hubiera sido acumulativo. Era un idea, aunque sinceramente no parecía muy buena, pues lo cierto es que el calor le encantaba; Dick, que lo odiaba, solía decir que era extraño que se hubiera enamorado él de una salamandra.

Cambió de postura y se irguió en el asiento bajo que ocupaba junto a la ventana, tratando de recuperar su valor. Desde el momento mismo en que despertó esa mañana supo que soportaba ese gran peso, y ahora, tras haber hecho todo lo posible para encontrar cualquier motivo de su depresión, y haber fracasado totalmente, se disponía a mirar las cosas cara a cara. Se avergonzaba de ello, pues la causa de ese estado de ánimo amedrentado que la atenazaba era tan trivial, tan fantástica, tan excesivamente estúpida...

-Sí, nunca me sucedió nada tan tonto -pensó-. Debo considerarlo directamente y convencerme de lo tonto que es. -Permaneció un momento aferrándose las manos.
—Vamos a ello —dijo en voz alta.

La noche anterior había tenido un sueño que años atrás había sido habitual, pues de niña lo había soñado una y otra vez. En sí mismo el sueño no era nada, pero en la época de la infancia, siempre que la noche anterior había tenido ese sueño a la noche siguiente tenía otro que contenía el origen y el núcleo del horror, y despertaba gritando y luchando bajo la pesadilla abrumadora. Hacía ya unos diez años que no lo había experimentado, y por lo que podía recordar habría dicho que se había vuelto oscuro y distante. Pero la noche anterior había tenido el sueño de advertencia, que solía anunciar la visita de la pesadilla, y ahora todo el almacén de la memoria, aunque estuviera lleno de cosas brillantes y hermosas, no contenía nada tan vivo como el sueño.

El sueño de advertencia, el telón que se alzaba para la noche siguiente, revelando la tan temida visión, era en sí mismo simple e inocuo. Le parecía estar caminando por un acantilado alto y arenoso cubierto de hierba baja; a su izquierda, a veinte metros, estaba el borde del acantilado, que caía entonces en una empinada cuesta hasta el mar, situado al pie. El camino que ella seguía la conducía a través de campos rodeados de setos bajos y resultaba suavemente ascendente. Cruzaba una media docena de esos campos, subiendo las escaleras que por encima de las cercas comunicaban uno con otro; pastaban allí ovejas, pero nunca vio un ser humano, y siempre era el crepúsculo, como si estuviera cayendo la noche, y tenía que darse prisa porque alguien (ella no sabía quién) le estaba esperando, y no sólo le aguardaba desde hacía unos minutos, sino desde hacía muchos años. En el momento en que subía la cuesta veía delante de ella un grupo de árboles bajos que crecían curvados por la continua presión del viento que soplaba desde el mar; y cuando los veía sabía que su viaje casi había terminado, y que el innombrable que tanto tiempo llevaba aguardando estaba en algún lugar cercano. El camino que seguía se interrumpía en ese bosquecillo, y las inclinadas copas de los árboles por el lado del mar casi le servían de techo; era como caminar a través de un túnel. Enseguida los árboles de la parte delantera empezaban a disminuir, y a través de ellos veía la torre gris de una iglesia solitaria. Se levantaba en un camposanto que parecía llevar mucho tiempo abandonado, y el cuerpo de la iglesia, situada entre la torre y el borde del acantilado, estaba en ruinas, sin techo, y con las ventanas abiertas rodeadas de espesos crecimientos de hiedra.

El sueño preliminar se detenía siempre en ese punto. Era un sueño que provocaba preocupación e inquietud, pues se hallaba suspendido sobre él la sensación del crepúsculo y la del hombre que la llevaba aguardando tanto tiempo; pero no podía considerarse como una pesadilla. Lo había experimentado muchas veces en su infancia, y quizás era el conocimiento subconsciente de la noche que con seguridad iba a producirse lo que le daba esa inquietud. Y ahora la última noche se había vuelto a producir, idéntica en todos los aspectos salvo en uno, pues la noche anterior le pareció que en los diez años que habían pasado desde la última vez que lo tuvo se alteró la visión de la iglesia y el cementerio. El borde del acantilado se había aproximado más a la torre, se encontraba ahora a uno o dos metros de ella, y las ruinas de la iglesia, salvo un arco roto que había sobrevivido, habían desaparecido. En su avance, el mar llevaba diez años tragándose el acantilado.

Hester sabía bien que sólo ese sueño le había oscurecido el día, por las pesadillas que solían sucederle, y siendo una mujer sensata, tras haberlo reconocido se negó a admitir en su mente nada que pudiera evocar conscientemente las consecuencias. Si se hubiera permitido contemplar tal cosa probablemente el hecho mismo de pensar en ello bastaría para asegurar su regreso, y una de las cosas que con seguridad sabía era que no quería en absoluto que tal cosa sucediera. No era una de esas pesadillas ordinarias confusas y revueltas; era muy simple, y sentía que concernía al ser innombrable que la aguardaba... pero no debía pensar en ello; puso toda su voluntad e intención en el deseo de no pensar en ello, y como ayuda a su resolución escuchó el sonido de la llave de Dick en la puerta principal, y su voz que la llamaba.

Salió al pequeño y cuadrado recibidor principal y lo encontró allí, fuerte y grande, y maravillosamente real.
—Este calor es un escándalo, un ultraje, una abominable desolación —gritó él enjugándose el sudor vigorosamente—. ¿Qué hemos hecho para que la providencia nos coloque en esta sartén? ¡Luchemos contra el calor, Hester! ¡Salgamos de este infierno y vayamos a cenar a... —te lo diré susurrando para que la providencia no se entere— a Hampton Court!

Ella se echó a reír: aquel plan le resultaba muy conveniente. Regresarían tarde, tras haberse distraído; y cenar fuera resultaba al mismo tiempo delicioso y un motivo de olvido.

—Estoy de acuerdo, y segura de que la providencia no nos ha oído. ¡Vayámonos ahora!
—Perfecto. ¿He recibido alguna carta?
Se dirigió a la mesa sobre la que había algunos sobres con sellos de medio penique y de aspecto muy poco interesante.
—Ah, recibos de facturas —dijo—. Sólo un recordatorio de lo tonto que es uno por pagarlas. Una circular... un consejo que no he pedido acerca de invertir en marcos alemanes... un suplicatorio en una circular que empieza: «Querido señor o señora». Es una impertinencia pedirle a uno que se suscriba a algo sin saber de antemano si es hombre o mujer... una visión privada de retratos en la Walton Gallery... no podré ir; reuniones de negocios el día entero. Quizás a ti te gustaría ir a verlos, Hester. Me han dicho que hay unos Van Dyck muy hermosos. Eso es todo: salgamos.

Hester pasó una velada realmente tranquila, y aunque pensó en hablarle a Dick acerca del sueño que tanto había afectado todo el día su conciencia, para oír la gran carcajada que soltaría él por su estupidez, no lo hizo, pues nada de lo que pudiera decir él sería tan bueno para su miedo como la fuerza general que transmitía. Además, tendría que explicarle el motivo de su efecto perturbador, decirle que en otro tiempo solía tener ese sueño, y contarle la secuela de las pesadillas. Ni pensaría en ellas ni las mencionaría: era mucho más prudente por su parte sumergirse en la extraordinaria cordura de Dick, y sentirse envuelta por su afecto... Cenaron al aire libre en un restaurante situado a orillas del río y después dieron un paseo; era ya casi medianoche cuando, calmada por el frescor y el aire, y por el vigor de su fuerte compañero, se dejó conducir de regreso a la casa mientras él llevaba el coche al garaje. Entonces se maravilló del estado de ánimo que la había acosado todo el día, y que tan distante e irreal se había vuelto. Se sentía como si hubiera soñado con un naufragio y al despertar se encontrara en un jardín seguro y abrigado que la tempestad no podía atacar ni las olas batir. Pero ¿acaso no estaba allí, aunque remoto y oscuro, el ruido de las olas distantes?

Dick dormía en el vestidor que comunicaba con el dormitorio de ella, cuya puerta dejaban abierta para que entrara el aire y el frescor, y ella cayó dormida casi nada más apagar la luz, cuando la del vestidor seguía todavía encendida. Hester empezó a soñar inmediatamente. Se hallaba de pie en la orilla del mar; había marea baja, pues las franjas de arena recubiertas de objetos abandonados y varados brillaban en un crepúsculo que iba profundizándose hasta convertirse en noche. Aunque nunca había visto aquel lugar, le resultaba terriblemente familiar. En la cabeza de la playa había una empinada montaña de arena, y sobre el borde de ésta una torre de iglesia de color gris. El mar debía haber invadido y socavado el edificio de la iglesia, pues abajo del montículo había bloques de construcción desperdigados, lo mismo que algunas lápidas, mientras otras tumbas seguían en su sitio marcando su silueta blanquecina sobre el telón de fondo del cielo. A la derecha de la torre de la iglesia se encontraba un bosquecillo de árboles achaparrados que el viento marino predominante había curvado hacia un lado, y ella sabía que en la parte superior del montículo, varios metros hacia adentro, se encontraba un camino que cruzaba los campos, con escaleras de madera para pasar por encima de las cercas de uno a otro, y que atravesando un túnel formado por árboles iba a dar al cementerio. Todo aquello lo vio de una sola mirada, y aguardó, contemplando el montículo de arena coronado por la torre de la iglesia, el terror que iba a revelarse. Sabía ya lo que iba a suceder, e intentó escapar, como lo había hecho muchas veces. Pero le había afectado ya la catalepsia de la pesadilla; trató de moverse frenéticamente, pero ni siquiera esforzándose al máximo era capaz de levantar un solo pie de la arena. Frenéticamente intentó apartar la mirada del montículo de arena que tenía delante, en donde en un momento se manifestaría el horror...

Y se manifestó. Se formó allí una luz pálida y ovalada del tamaño del rostro de un hombre, débilmente luminosa, delante de ella, varios centímetros por encima del nivel de sus ojos. Fue cobrando precisión. En una zona baja de la frente creció un cabello corto y rojizo; debajo, la contemplaban con fijeza dos ojos grises, muy juntos. A cada lado aparecieron las orejas, notablemente alejadas de la cabeza, y las líneas de las mandíbulas se encontraban en una barbilla corta y puntiaguda. La nariz era recta y bastante larga, debajo había un labio, y finalmente cobró forma y color la boca, y en ella yacía el máximo terror. Uno de sus lados, suavemente curvo y hermoso, temblaba convirtiéndose en una sonrisa, mientras que el otro lado, grueso y como si estuviera tirante por causa de una deformidad física, sonreía con sarcasmo y lujuria.

El rostro entero, desdibujado al principio, fue tomando gradualmente un perfil claro: era pálido y bastante delgado, el rostro de un hombre joven. En ese momento el labio inferior descendió un poco mostrando el destello de los dientes, y surgió el sonido del lenguaje. «Pronto vendré por ti», dijo, y al hablar se acercó un poco más a ella y ensanchó su sonrisa. En ese momento se derramó sobre ella toda la calurosa oleada de la pesadilla.

Intentó de nuevo correr, trató otra vez de gritar, ahora que podía sentir el aliento de esa boca terrible sobre la suya. Entonces, con un estruendo y un desgarro, como si se hubieran separado el cuerpo y el alma, ella rompió el encantamiento, escuchó el grito de su propia voz y sintió sus dedos buscando el conmutador de la luz. Vio entonces que la habitación no estaba a oscuras, pues la puerta de Dick se encontraba abierta, y un instante después, vestido todavía, él se encontraba a su lado.

—¿Qué sucede, querida? ¿Qué pasa?
Ella se aferró a él con desesperación, enloquecida todavía por el terror.
—Ay, él ha estado aquí otra vez —gritó—. Dice que pronto vendrá por mí. No le dejes que se acerque, Dick.
Por un momento se le contagió el miedo de ella y miró a su alrededor.
—Pero ¿qué dices? Aquí no ha estado nadie.
Ella levantó la cabeza, que tenía apoyada en el hombro de Dick.
—No, fue sólo un sueño —dijo Hester—. Fue el viejo sueño, y sentí terror. Pero todavía no te has desvestido. ¿Qué hora es?
—No llevas ni diez minutos en la cama, querida —dijo Dick—. Apenas habías apagado la luz cuando te oí gritar.
Hester se estremeció.
—Ay, es horrible. Y él vendrá otra vez...
—Habíame de ello —contestó él sentándose a su lado.
—No —contestó ella afirmando la negativa con un gesto de la cabeza—. No servirá de nada hablar de ello. Sólo lo hará más real. Los niños están bien, ¿no?
—Por supuesto que sí. Al subir las escaleras lo comprobé.
—Eso me tranquiliza. Ahora estoy mejor, Dick. Un sueño no tiene nada de real, ¿verdad? No significa nada.

Él la tranquilizó mucho al respecto y al poco tiempo se había calmado. Dick volvió a mirarla antes de irse a la cama y vio que estaba dormida. Cuando a la mañana siguiente Dick se marchó a la oficina, Hester tuvo una dura conversación consigo misma. Se dijo que de lo único que tenía miedo era de su propio temor. ¿Cuántas veces había acudido a sus sueños ese rostro portador de malos presagios, y qué significado había tenido luego? Absolutamente ninguno, salvo el de asustarla. Sentía miedo y no había nada que temer: estaba defendida, protegida, era próspera... ¿qué importaba que regresara una pesadilla de la infancia? Ahora no tenía más significado del que había tenido entonces, y todas aquellas visitas de su infancia habían pasado sin consecuencias... pero luego, a pesar de sí misma, volvió a pensar en esa visión. Era absolutamente idéntica a todas las anteriores, excepto... y en ese momento, encogiéndosele repentinamente el corazón, recordó que de niña aquellos terribles labios habían dicho:

«Vendré por ti cuando seas mayor», y que la frase de la noche anterior había sido: «Vendré por ti ahora». Recordó también que en el sueño de advertencia el mar había avanzado y había demolido ya el edificio de la iglesia. Había una terrible coherencia en estos dos cambios dentro de unas visiones que en todos los demás aspectos eran idénticas. Los años habían producido sus cambios, pues en una caso el mar, al crecer, había derribado la iglesia, y en el otro el tiempo estaba ya cercano...

De nada servía reprenderse o regañarse, pues la única consecuencia de dejar que entrara en su mente la contemplación de la visión era que se cerraba otra vez sobre ella el dominio del terror; era mucho más prudente buscar una ocupación y hacer que el miedo muriera tratando de no sostenerlo con el pensamiento. Por tanto decidió realizar sus deberes domésticos, sacó a los niños para que tomaran el aire en el parque, y después, decidida a no permitirse ningún momento libre, salió con la invitación para ver los cuadros en una visita privada a la Walton Gallery. Después su día seguiría estando ocupado; saldría a almorzar fuera, acudiría a una sesión de teatro y cuando regresara a casa Dick ya estaría allí, y podrían irse a la casita que tenían en Rye para pasar el fin de semana. Dedicarían el sábado y el domingo a jugar al golf, y ella sentiría que el aire fresco y la fatiga física acabarían con el terror de esas fantasías de los sueños.

La galería estaba llena de gente cuando llegó allí; encontró algunos amigos, por lo que la contemplación de los cuadros se acompañó de una alegre conversación. Había dos o tres buenos Raeburn, un par de Sir Joshua, pero para ella las joyas eran tres Van Dyck que estaban colgados en una pequeña sala. Entró en ella mirando el catálogo. El primero de ellos era un retrato de Sir Roger Wyburn. Estaba todavía hablando con su amiga cuando levantó la mirada y lo vio...

Su corazón latió tan rápido que se le subió a la garganta, y luego pareció quedarse totalmente quieto. La invadió una especie de enfermedad mental del alma, pues allí, ante ella, se encontraba el que pronto iba a ir a cogerla. Allí estaba el cabello rojizo, las orejas proyectadas hacia fuera, los ojos codiciosos y juntos, y la boca que por un lado sonreía y por el otro formaba la amenaza burlona que tan bien conocía ella. Podía haber sido su pesadilla, en lugar de un modelo vivo, quien se hubiera sentado ante el pintor.

—¡Qué retrato, y qué hombre tan brutal! —exclamó su compañera—. Fíjate, Hester, ¿no te parece maravilloso?
Se recuperó haciendo un esfuerzo. Ceder ante ese temor que siempre la dominaba habría significado permitir que las pesadillas invadieran su vida de vigilia, y estaba convencida de que ahí estaba la locura. Se obligó a sí misma a mirarlo de nuevo, y encontró los ojos fijos y ansiosos que la miraban a ella; casi imaginó que la boca empezaba a moverse. A su alrededor, la multitud se movía y charlaba, pero ella sentía que se encontraba a solas con Roger Wyburn.

Y sin embargo, razonó consigo misma, ese retrato de él —pues era él y no otro—tendría que haber servido para tranquilizarla. Si a Roger Wyburn lo había pintado Van Dyck, debía llevar muerto casi doscientos años. ¿Cómo iba a ser una amenaza para ella? ¿Acaso había visto por casualidad ese retrato de niña, y le había causado alguna impresión terrible, pues aunque borrado por otros recuerdos siguió vivo en el subconsciente misterioso que fluye eternamente, como un río oscuro y subterráneo bajo la superficie de la vida humana? Los psicólogos enseñan que esas primeras impresiones ulceran o envenenan la mente como un absceso oculto. Ello podría explicar ese terror a aquél, que había dejado de no tener nombre, y la aguardaba.

Aquella noche, en Rye, volvió a tener el sueño de advertencia seguido por la pesadilla, y aferrándose a su esposo cuando el terror comenzó a remitir, le contó lo que había decidido. Sólo el hecho de contarlo le produjo cierto consuelo, pues era tan monstruosamente fantástico que el robusto sentido común de él la sostuvo. Cuando al regresar a Londres se repitieron las visiones, él no hizo caso de los reparos de Hester y la llevó directamente al médico.

—Cuéntaselo todo, querida. Si no prometes hacerlo tú, lo haré yo. No puedo consentir que estés tan preocupada. Sabes que todo es una tontería, y los médicos son maravillosos para curar tonterías.
—Dick, estás asustado —le respondió tranquilamente volviéndose hacia él.
—Ni lo más mínimo —contestó él echándose a reír—. Pero no me gusta que me despierten tus gritos. No es ésa mi idea de una noche pacífica. Ya hemos llegado.

El informe médico fue decisivo e imperioso. No había nada de lo que alarmarse; tenía una salud perfecta en el cerebro y en el cuerpo, pero estaba agotada. Con toda probabilidad esos sueños turbadores eran un efecto, un síntoma de su condición, y no la causa; sin la menor vacilación, el doctor Baring recomendó un cambio completo que incluía un viaje a algún lugar tonificante. Lo prudente sería enviarla fuera de aquel horno caluroso, a algún lugar tranquilo en el que no hubiera estado nunca. Cambio completo; totalmente. Por esa misma razón sería mejor que su marido no la acompañara; debía irse, por ejemplo, a la costa este. Aire del mar, frescor y total ociosidad. Nada de largos paseos; nada de baños prolongados; un chapuzón y una tumbona sobre la arena. Una vida perezosa y soporífera. ¿Qué le parecería Rushton? No le cabía duda de que Rushton serviría para recuperar el ánimo. Quizás en una semana su marido pudiera ir a verla. Mucho dormir —sin preocuparse de las pesadillas—, y mucho aire fresco.

Hester, con gran sorpresa de su esposo, aceptó la sugerencia enseguida, y a la tarde siguiente estaba ya instalada en soledad y tranquilidad. El pequeño hotel se hallaba casi vacío, pues todavía no se había iniciado la oleada de turistas veraniegos, y pasó todo el día sentada en la playa con la sensación de que había terminado la lucha. No necesitaba ya combatir el terror; confusamente le parecía que su mal se había relajado. ¿Acaso se había entregado a él, de alguna manera, cumpliendo su orden secreta? Al menos no volvieron a repetirse las visitas nocturnas, durmió mucho, sin sueños, y despertó a un nuevo día de tranquilidad. Todas las mañanas tenía unas letras de Dick, con buenas noticias de él y de los niños, pero por alguna razón los niños y él parecían remotos, como si fueran recuerdos de un tiempo muy distante. Algo se había introducido entre ellos y ella, y los veía como a través de un cristal. Pero igualmente, el recuerdo del rostro de Roger Wyburn, tal como lo había visto en el lienzo del maestro o suspendido delante de ella sobre el montículo de arena, se volvió borroso y vago, y no la visitaron sus terrores nocturnos. Esa tregua de las emociones no sólo actuó sobre su mente, calmándola y llenándola de una sensación de tranquila seguridad, sino también sobre el cuerpo, por lo que empezó a fatigarse de esa inactividad diaria.

El pueblo se encontraba sobre el borde de una extensión de tierra reclamada desde el mar. Hacia el norte, el pantano, que empezaba a brillar ahora con las flores pálidas del mar color de espliego, se extendía sin rasgo característico alguno hasta perderse en la distancia, pero en el sur una estribación montañosa bajaba hasta la orilla terminando en un promontorio arbolado. Poco a poco, conforme fue mejorando su salud, empezó a preguntarse qué habría tras aquella cresta que le ocultaba la vista, y una tarde caminó por el terreno intermedio dirigiéndose hacia las pendientes arboladas. El día era sofocante y sin aire, pues había desaparecido la vigorizante brisa marina que hasta ahora había dado frescura al calor, y esperaba encontrar alguna corriente de aire que se agitara sobre la colina. Por el sur una masa de nubes oscuras recorría el horizonte, pero no había amenaza inminente de tormenta. La pendiente se subía con facilidad, llegó arriba y se encontró al borde de una meseta con pastos y árboles, y siguiendo el camino, que no se alejaba del borde del promontorio, llegó a un campo más abierto. Allí las parcelas vacías, en las que pastaban algunas ovejas, ascendían gradualmente. Escaleras de madera permitían comunicar por encima de los setos que las delimitaban. Y luego, a menos de dos kilómetros de ella, vio un bosque cuyos árboles crecían inclinados por el empuje de los vientos marinos predominantes, coronando la parte superior de la pendiente, y por encima divisó la torre gris de una iglesia.

En ese momento, cuando se identificó la escena tan terrible y familiar, a Hester se le paralizó el corazón: pero inmediatamente la inundó una oleada de valor y resolución. Allí estaba por fin el escenario de ese sueño precursor, y tenía la oportunidad de desentrañarlo y romper el hechizo. En un instante se había decidido, y bajo la extraña luz crepuscular del cielo encapotado caminó a paso vivo por entre los campos que con tanta frecuencia había atravesado en sueños, y subió hasta el bosque más allá del cual se encontraba aquél que la aguardaba. Cerró sus oídos a las campanadas de terror, que ahora podría silenciar para siempre, y sin vacilaciones penetró en el túnel oscuro formado por los árboles. Enseguida éstos comenzaron a ser menos numerosos, y a través de ellos, ahora ya muy cerca, vio la torre de la iglesia. Unos metros más allá salió del cinturón de árboles y se vio rodeada por los monumentos de un cementerio que hacia tiempo había sido abandonado. El promontorio se interrumpía cerca de la torre de la iglesia: entre ésta y el acantilado no quedaba de la iglesia más que un arco roto, recubierto espesamente por la hiedra. Pasó a su lado y vio abajo las ruinas y los bloques de construcción caídos, y la arena recubierta de lápidas y cascotes, y en el borde del acantilado había tumbas agrietadas y caídas. Pero allí no había nadie; nadie la aguardaba, y el cementerio en el que tan a menudo lo había visto se encontraba tan vacío como los campos que acababa de atravesar.

Una inmensa alegría la llenó; su valor se había visto recompensado y todos los terrores del pasado se convirtieron en fantasmas carentes de significado. Pero no tenía tiempo para quedarse allí, pues ahora amenazaba tormenta, y en el horizonte el destello de un rayo fue seguido por el crujido de un trueno. Al darse la vuelta para irse su mirada se fijó en una lápida que guardaba equilibrio sobre el borde mismo del acantilado, y leyó en ella que yacía allí el cuerpo de Roger Wyburn.

El miedo, la catalepsia de la pesadilla, la enraizó de momento en aquel lugar; sobrecogida y asombrada contempló las letras recubiertas de musgo; estaba casi esperando que ese rostro aterrador se alzara y quedara suspendido sobre su lugar de descanso. Después, el miedo que la había dejado congelada le dio alas, y con pies veloces corrió por entre los arcos que formaban los árboles del bosque y salió a los campos. No lanzó ninguna mirada hacia atrás hasta que llegó al borde de la cresta, sobre el pueblo, y dándose la vuelta vio que los pastos que había atravesado estaban vacíos y no había en ellos ninguna presencia viva. Nadie la había seguido; pero las ovejas, miedosas de la tormenta inminente, habían dejado de comer y se apretujaban bajo el abrigo de los setos bajos.

La primera idea de su mente aterrorizada fue la de abandonar el lugar enseguida, pero el último tren para Londres había salido una hora antes, y además, ¿de qué servía escapar si de lo que huía era del espíritu de un hombre muerto hacía mucho tiempo? La distancia con respecto al lugar en el que yacían sus huesos no le daría seguridad; ésta tendría que buscarla en su interior. Pero deseaba contar con la presencia confiada de Dick: iba a llegar al día siguiente, aunque hasta el amanecer le aguardaban muchas horas largas y oscuras, ¿y quién podía saber qué peligros le aguardarían esa noche? Si él partía esa tarde en lugar de a la mañana siguiente, podría llegar allí en cuestión de horas, y estar con ella a las diez o las once de la noche. Le escribió un telegrama urgente:

Ven enseguida. No te retrases.

La tormenta que había parpadeado en el sur ascendió ahora rápidamente, y poco después rompía con terrible violencia. Como prefacio hubo algunas gotas gruesas que cayeron salpicando sobre el camino mientras regresaba de la oficina de correos, y cuando llegó al hotel volvió a sonar el estruendo de la lluvia que se aproximaba, y se abrieron las compuertas de los cielos. A través del diluvio centelleaba el fuego del rayo, el trueno resonaba y formaba ecos por encima, y las calles del pueblo se convirtieron en un torrente de agua arenosa y turbulenta. Se quedó sentada allí en la oscuridad, con una imagen flotando ante sus ojos: la de la tumba de Roger Wyburn, tambaleándose ya y a punto de caer junto al borde del acantilado de la torre de la iglesia. Con una lluvia como ésa se soltaban muchos metros de acantilado; le pareció oír el susurro de la arena deslizante que precipitaría esos sepulcros en ruinas, y lo que había en ellos, a la playa de abajo.

Hacia las ocho remitió la tormenta, y mientras cenaba le entregaron un telegrama de Dick en el que le informaba que ya había partido y que se lo enviaba en route. Por tanto, a las diez y media, si todo iba bien, estaría allí, y lograría interponerse entre ella y su miedo.

Era extraño que hacía unos días ese miedo y el pensar en él se hubieran vuelto algo distante y oscuro para ella; ahora el uno estaba tan vivo como el otro, y contaba los minutos que faltaban para que su marido llegara. Poco después la lluvia cesó totalmente, y al mirar hacia afuera desde la ventana con las cortinas descorridas de su sala de estar, donde se hallaba sentada viendo con qué lentitud giraban las manecillas del reloj, contempló una luna de color ámbar oscuro alzándose sobre el mar. Antes de que hubiera llegado al cenit, antes de que su reloj hubiera dado de nuevo dos veces la hora, Dick estaría con ella.

Acababan de dar las diez cuando llamaron a su puerta, y el botones le transmitió el mensaje de que un caballero había venido por ella. Con esa noticia se le sobresaltó el corazón; no esperaba a Dick hasta media hora más tarde, pero su vigilia solitaria había terminado. Bajó corriendo las escaleras y encontró a la figura de pie en el escalón exterior. Su rostro estaba apartado del de ella, sin duda porque estaba dándole alguna orden al chófer. Resaltó su perfil sobre la luz blanca de la luna, y en contraste con ella la llama de gas de la entrada, situada por encima de su cabeza, daba a sus cabellos un tono cálido y rojizo. Ella cruzó corriendo el salón hacia él.

—Ay, querido, has llegado. Qué bueno eres. ¡Qué rápido has venido!
Él se dio la vuelta en el momento en que ella le puso una mano en el hombro. La rodeó con un brazo y ella pudo contemplar un rostro con los ojos juntos, una boca que sonreía por un lado y que por la otra se encogía como por una deformidad física, burlona y lasciva.

La pesadilla había llegado; no era capaz ni de correr ni de gritar, y él, apoyándola en sus pasos vacilantes, la condujo hacia la noche. Dick llegó media hora más tarde. Se enteró asombrado de que un hombre había venido por su esposa hacía poco tiempo, y que ella se había ido con él. Por lo visto no era conocido allí, pues el muchacho que había transmitido el mensaje no lo había visto nunca antes, y entonces la sorpresa de Dick comenzó a convertirse en alarma; investigaron fuera del hotel y parece ser que uno o dos testigos habían visto a la dama que sabían que se alojaba allí caminando sin sombrero por la parte de arriba de la playa con un hombre que la llevaba cogida del brazo. Nadie lo conocía, aunque uno le había visto el rostro y podía describirlo.

Se había estrechado por tanto la dirección de la búsqueda, y aunque llevaban un farol para ayudar a la luz de la luna, encontraron unas huellas que podían haber sido las de ella, pero sin señal alguna de que nadie caminara a su lado. Las siguieron hasta que terminaron, a unos dos kilómetros, en un desprendimiento de arena que había caído desde el viejo cementerio del acantilado, arrastrando la mitad de la torre y una tumba con el cuerpo que contenía dentro.

La tumba era la de Roger Wyburn, y su cuerpo estaba al lado, sin signo alguno de corrupción o decadencia, a pesar de que habían transcurrido doscientos años desde que fue enterrado. Los trabajos de búsqueda en las arenas removidas duraron una semana, ayudados por las mareas altas que poco a poco se la iban llevando. Pero no se realizó ningún otro descubrimiento.


E.F. Benson (1867-1940)

domingo, 25 de julio de 2010

El final de "No soy como tú" (noticias varias)

La noticia es un poco vieja pero amaritaba publicarla...
Al final no van a dar el final de "No soy como tu"... Lean la nota y opinen ...

Poco ha durado en parrilla la nueva apuesta de Antena 3, "No soy como tú" protagonizada por Nicolás Coronado y Lucía Martín Abello.

El primer capítulo emitido la semana pasada, obtuvo muy poca audiencia. Sólo un millón de espectadores quisieron darle un aportunidad a la serie basada en Crepúsculo, que parecía que tendría buena acogida en el público al igual que la versión cinematográfica. Pero no ha sido suficiente como para mantenerla en la parrilla de la cadena.

Esta noche no se emitirá el segundo capítulo. Han decidido sustituirlo por "Alejandro Magno", protagonizada por Collin Farrell y Angelina Jolie.

"No soy como tú" tuvo que luchar contra la serie "Gran Reserva" que ha sido una revelación para Televisión Española y con "Supervivientes", el reality show que emite Telecinco.

Redaccion
jueves, 24 de junio de 2010, 14:35
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Después de que Antena 3 emitiera este jueves la película 'Alejandro Magno', en lugar del segundo capítulo de 'No soy como tú', se apuntó desde algunos sitios que la mini-serie se había cancelado por la baja audiencia del primer capítulo, y muchos de los espectadores que vieron su estreno mostraron su enfado.
La realidad es que Antena 3 decidió posponer el segundo capítulo a este jueves, y emitirlo a las 0:30 después de la película Crepúsculo. Así que para todos los que esperáis ver cómo acaba la historia, la cita al jueves 26-6-2010

The Vampire Diaries 18: "Bajo Control"

Les traigo el capitulo 18 de The Vampire Diaries, espero q lo disfruten solo quedan 4 capitulos para el final... El desenlace esta cerca...


sábado, 24 de julio de 2010

Lagometraje "Amanecer" Argentina

Les dejo una noticia que me pasaron unos amigos. Estan preparando un largometraje de Amanecer en argentina. Es un fans films pero se nota que estan con mucho entusiasmo. Les dejo la informacion

jueves, 22 de julio de 2010

Priest”, Paul Bettany contra los vampiros

Les traigo una nota sobre otra pelicula de Vampiros, parece algo interesante, asi que en cuento la vea les cuento que me parecio.


Priest“, adaptación cinematográfica de una novela gráfica del surcoreano Min- Woo Hyung, que cuenta con Paul Bettany como protagonista absoluto.

La trama transcurre en un mundo asolado por siglos de guerra entre hombres y vampiros, y se centra en la figura de un sacerdote guerrero (Bettany) que desobedece a sus superiores eclesiásticos para ir en busca de su sobrina, raptada por una peligrosa banda de asesinos vampíricos. Parece ser que los fans más puristas de este manga no están nada contentos con el proyecto, pues el argumento del filme difiere mucho del original.


De momento sólo se conoce otro nombre del reparto, Cam Gigandet, visto recientemente en “La semilla del mal” y “Crepúsculo (Twilight)“. La película está escrita por el guionista novel Cory Goodman y dirigida por Scott Stewart, que tiene pendiente de estreno Legion” (de la que os hablé hace poco aquí), también con Bettany como protagonista. El filme verá la luz el trece de agosto del año que viene. Esperemos que aporte algo novedoso al tan trillado subgénero del cine de vampiros.

Disputas en Serbia por un mitico vampiro

La figura de Sava Savanovic, el más famoso vampiro del folclore de Serbia, se ha convertido en el objeto de una grotesca guerra legal entre dos localidades serbias que se disputan su pertenencia y herencia cultural.


Los habitantes de Zarozje protestan y no entregarán a su vampiro porque es su propia marca, que no puede ser arrebatada”, dijo Branko Stevanovic, director del Centro Turístico de Bajina Basta, el municipio donde de encuentra la pequeña aldea de unos mil habitantes.


Aún existe el molino de agua en el que vivía, donde pasó su vida terrestre y, según la leyenda, también la de vampiro”, explicó el funcionario a Efe.

A igual que la leyenda de Drácula, Sava era un hombre real que vivió en el siglo XVIII y trabajaba en un molino sobre el riachuelo Rogacica, donde luego de morir -según la leyenda – regresaba por las noches como vampiro.

Los lingüistas serbios consideran que la palabra “vampir” es el único término serbio que ha llegado a ser común en muchos otros idiomas y apareció por primera vez en 1725 en un informe enviado de Serbia a la cúpula del entonces Imperio austríaco en Viena.

Sava ha sido un personaje de un cuento de 1880, titulado Noventa Años Despues, escrito por Milovan Glisic , y que gira en torno a un amor imposible entre un campesino y la hija del alcalde de la aldea. También inspiró la primera película de terror hecha en Serbia, titulada “Leptirica” (mariposa), rodada en 1973.

Glisic recoge la leyenda sobre el vampiro, que en el molino chupó la sangre de los molineros hasta matarlos y sembrar el miedo en la zona. Y dado que era oriundo de Valjevo se ha producido la pelea entre las aldeas que reclaman a su personaje como propio.

El hecho que Glisic sea de Valjevo no tiene ninguna importancia porque escribió lo que le contaron los campesinos de Bajina Basta”, aseguró Stevanovic.

Al viejo molino sobre el riachuelo de aguas transparentes se llega por un estrecho camino rural, rodeado de bosques de haya. El silencio que reina en la región es absoluto, quizá sólo interrumpido por el molino de madera en mal estado que chirría con el tejado destruido y cubierto de musgo.

Vía EFE

Nota detalle foto: Vista del antiguo molino de agua en la aldea de Zarozje en el que según la leyenda el vampiro chupaba la sangre de los molineros hasta matarlos. La figura de Sava Savanovic, el más famoso vampiro del folclore de Serbia, se ha convertido en el objeto de una grotesca guerra legal entre dos localidades serbias que se disputan su pertenencia y herencia cultural. La aldea de Zarozje prepara una acusación contra la ciudad de Valjevo, ambas en el oeste de Serbia, porque en una reciente feria de turismo esta última utilizó con éxito la imagen y la figura de Sava para su promoción. Vía EFE

domingo, 18 de julio de 2010

The Vampire Diaries 17:

Les dejo para que se entretengan el capitulo 17 de The Vampire Diaries.

Libros:"Cronicas Vampiricas II: Lestat el Vampiro" Anne Rice

Buen Domingo para todos. Hoy les traigo una nueva lectura de vampiro para que se entretengan. Espero que les venga gustando las publicaciones de los anteriores.
Asi que para variar un poco les traigo un clasico de Anne Rice, "Lestat, El Vampiro" espero que lo disfruten. Yo lo he leido y me parecio fantastico. Es la 2ª parte de Entrevista con el vampiro.
Que lo disfruten.

Nombre: Cronica Vampiricas II:Lestat el Vampiro

Autor: Anne Rice
Año de edición: 2009
Editorial: Barcelona
Fecha Publicación: 1985
Páginas:720
Cubierta: Tapa Blanda Bolsillo


Sinópsis de "Lestat, el vampiro" .
Inmortal y sediendo de sangre humana, Lestat ansía descubrir el secreto de su inmortalidad. Eso le llevará a recorrer un variado espectro de lugares y entornos sociales que hace de la suya una apasionante biografía: desde el lascivo París del siglo XVIII hasta la Roma de Augusto y la Bretaña de los druidas; desde el Egipto satánico de la prehistoria hasta el mundo frenético de las estrellas del rock... prácticamente toda la historia.

Mitos: "Cain" El primer Vampiro

La historia de los vampiros se remonta a la antigüedad, en la época de Caín y Abel. La historia de estos hermanos es conocida por todo el mundo cristiano, pero hay una parte oculta, un tramo de esta historia que no fue contada y fue guardada en secreto por la iglesia a través de los siglos.

Caín, luego de matar a su hermano y convertirse en el primer asesino, fue castigado por Dios convirtiéndolo en un ser antinatura, sin vida, el cual debía saciar su sed de sangre alimentándose de ella, un ser que infundiría el terror a su paso, un ser que ya no podría contemplar la hermosura del amanecer...

En ese instante la sangre se transformó en su único sustento y su razón de existir. Con el paso de los siglos, Caín, el primer vampiro, aprendió los secretos de la sangre, descubrió los poderes oscuros de su nueva senda de terror. Aprendió a crear progenie, a manipular su sangre, a tener el control de la vida y muerte en los humanos.

Siendo así de poderoso decidió engendrar sus propios hijos, sus tres hijos, que a su vez engendraron trece hijos más. Estos demonios aprendieron el uso de las disciplinas y en la búsqueda del poder absoluto se revelaron, asesinando a sus tres padres y encerrando a Caín en el aberno.

Estos trece engendros se convirtieron en los líderes de los trece clanes antiguos:

Brujah
Malkavian
Nosferatu
Toreador
Tremere
Ventrue
Assamita
Gangrel
Giovanni
Ravnos
Seguidores de Set
Lasombra
Tzimice

Dicen que el primer vampiro de todos fue Caín, el bíblico hermano de Abel, el primer asesino que jamás ha existido. Caín mató a su hermano Abel, y debido a ello fue maldito a vagar permanentemente por el mundo

Caín, fue el primer vampiro, es el único miembro de la primera generación. Su sangre es la más poderosa, y con ella creó a sus descendientes, la segunda generación. Así, cada generación fue abrazando (convirtiendo en vampiro) a cierto número de humanos, con lo que la sangre de Caín, sobre la que se sustenta el poder vampírico se fue licuando con el paso de los años a mayor generación fuese el vampiro en cuestión. Todo hasta llegar a la 13ª, más allá los mortales que son abrazados simplemente mueren.

El nombre de Caín, tiene cientos de significados para ser explicados de un solo golpe, pero varios de ellos podemos encontrar que tienen un carácter fuerte.
La raíz de Caín con K tiene una raíz para nuestra sorpresa irlandesa, la cual tiene el siguiente significado: el guerrero o aquel que ama la guerra. Caín en hebreo significa Posesión o lanza

Caín uno de los hijos de Adán y Eva. Según varios mitos, cuando Caín y Abel presentaron ante Dios sus ofrendas, Dios Prefirió la de Abel sobre la de su hermano cazador, provocando con esto la envidia de Caín, este asesinó a su hermano y Dios lo condenó a vagar por el mundo. Caín temía a la muerte por lo que como parte de su castigo Dios le concedió la eterna vida a cambio de la perdida de la humanidad, condenándolo a vivir entre las sombras alimentándose de la sangre de los vivos, convirtiéndose así en el primer vampiro.

miércoles, 14 de julio de 2010

Relatos: "Berenice" de Edgar Allan Poe.

Hola les dejo un nuevo relato... Esta vez le toca a un grande... Edgar Allan Poe... Espero que les guste... a mi me encanta esta historia.


La desdicha es diversa. La desgracia cunde multiforme sobre la tierra. Desplegada sobre el ancho horizonte como el arco iris, sus colores son tan variados como los de éste y también tan distintos y tan íntimamente unidos. ¡Desplegada sobre el ancho horizonte como el arco iris! ¿Cómo es que de la belleza he derivado un tipo de fealdad; de la alianza y la paz, un símil del dolor? Pero así como en la ética el mal es una consecuencia del bien, así, en realidad, de la alegría nace la pena. O la memoria de la pasada beatitud es la angustia de hoy, o las agonías que son se originan en los éxtasis que pudieron haber sido.

Mi nombre de pila es Egaeus; no mencionaré mi apellido. Sin embargo, no hay en mi país torres más venerables que mi melancólica y gris heredad. Nuestro linaje ha sido llamado raza de visionarios, y en muchos detalles sorprendentes, en el carácter de la mansión familiar en los frescos del salón principal, en las colgaduras de los dormitorios, en los relieves de algunos pilares de la sala de armas, pero especialmente en la galería de cuadros antiguos, en el estilo de la biblioteca y, por último, en la peculiar naturaleza de sus libros, hay elementos más que suficientes para justificar esta creencia.

Los recuerdos de mis primeros años se relacionan con este aposento y con sus volúmenes, de los cuales no volveré a hablar. Allí murió mi madre. Allí nací yo. Pero es simplemente ocioso decir que no había vivido antes, que el alma no tiene una existencia previa. ¿Lo negáis? No discutiremos el punto. Yo estoy convencido, pero no trato de convencer. Hay, sin embargo, un recuerdo de formas aéreas, de ojos espirituales y expresivos, de sonidos musicales, aunque tristes, un recuerdo que no será excluido, una memoria como una sombra, vaga, variable, indefinida, insegura, y como una sombra también en la imposibilidad de librarme de ella mientras brille el sol de mi razón.

En ese aposento nací. Al despertar de improviso de la larga noche de eso que parecía, sin serlo, la no-existencia, a regiones de hadas, a un palacio de imaginación, a los extraños dominios del pensamiento y la erudición monásticos, no es raro que mirara a mi alrededor con ojos asombrados y ardientes, que malgastara mi infancia entre libros y disipara mi juventud en ensoñaciones; pero sí es raro que transcurrieran los años y el cenit de la virilidad me encontrara aún en la mansión de mis padres; sí, es asombrosa la paralización que subyugó las fuentes de mi vida, asombrosa la inversión total que se produjo en el carácter de mis pensamientos más comunes. Las realidades terrenales me afectaban como visiones, y sólo como visiones, mientras las extrañas ideas del mundo de los sueños se tornaron, en cambio, no en pasto de mi existencia cotidiana, sino realmente en mi sola y entera existencia.

Berenice y yo éramos primos y crecimos juntos en la heredad paterna. Pero crecimos de distinta manera: yo, enfermizo, envuelto en melancolía; ella, ágil, graciosa, desbordante de fuerzas; suyos eran los paseos por la colina; míos, los estudios del claustro; yo, viviendo encerrado en mí mismo y entregado en cuerpo y alma a la intensa y penosa meditación; ella, vagando despreocupadamente por la vida, sin pensar en las sombras del camino o en la huida silenciosa de las horas de alas negras. ¡Berenice! Invoco su nombre... ¡Berenice! Y de las grises ruinas de la memoria mil tumultuosos recuerdos se conmueven a este sonido. ¡Ah, vívida acude ahora su imagen ante mí, como en los primeros días de su alegría y de su dicha! ¡Ah, espléndida y, sin embargo, fantástica belleza! ¡Oh sílfide entre los arbustos de Arnheim! ¡Oh náyade entre sus fuentes! Y entonces, entonces todo es misterio y terror, y una historia que no debe ser relatada. La enfermedad (una enfermedad fatal) cayó sobre ella mientras yo la observaba, el espíritu de la transformación la arrasó, penetrando en su mente, en sus hábitos y en su carácter, y de la manera más sutil y terrible llegó a perturbar su identidad. ¡Ay! El destructor iba y venía, y la víctima, ¿dónde estaba? Yo no la conocía o, por lo menos, ya no la reconocía como Berenice.

Entre la numerosa serie de enfermedades provocadas por la primera y fatal, que ocasionó una revolución tan horrible en el ser moral y físico de mi prima, debe mencionarse como la más afligida y obstinada una especie de epilepsia que terminaba no rara vez en catalepsia, estado muy semejante a la disolución efectiva y de la cual su manera de recobrarse era, en muchos casos, brusca y repentina. Entretanto, mi propia enfermedad -pues me han dicho que no debo darle otro nombre-, mi propia enfermedad, digo, crecía rápidamente, asumiendo, por último, un carácter monomaniaco de una especie nueva y extraordinaria, que ganaba cada vez más vigor y, al fin, obtuvo sobre mí un incomprensible ascendiente. Esta monomanía, si así debo llamarla, consistía en una irritabilidad morbosa de esas propiedades de la mente que la ciencia psicológica designa con la palabra atención. Es más que probable que no se me entienda; pero temo, en verdad, que no haya manera posible de proporcionar a la inteligencia del lector corriente una idea adecuada de esa nerviosa intensidad del interés con que en mi caso las facultades de meditación (por no emplear términos técnicos) actuaban y se sumían en la contemplación de los objetos del universo, aun de los más comunes.

Reflexionar largas horas, infatigable, con la atención clavada en alguna nota trivial, al margen de un libro o en su tipografía; pasar la mayor parte de un día de verano absorto en una sombra extraña que caía oblicuamente sobre el tapiz o sobre la puerta; perderme durante toda una noche en la observación de la tranquila llama de una lámpara o los rescoldos del fuego; soñar días enteros con el perfume de una flor; repetir monótonamente alguna palabra común hasta que el sonido, por obra de la frecuente repetición, dejaba de suscitar idea alguna en la mente; perder todo sentido de movimiento o de existencia física gracias a una absoluta y obstinada quietud, largo tiempo prolongada; tales eran algunas de las extravagancias más comunes y menos perniciosas provocadas por un estado de las facultades mentales, no único, por cierto, pero sí capaz de desafiar todo análisis o explicación.

Mas no se me entienda mal. La excesiva, intensa y mórbida atención así excitada por objetos triviales en sí mismos no debe confundirse con la tendencia a la meditación, común a todos los hombres, y que se da especialmente en las personas de imaginación ardiente. Tampoco era, como pudo suponerse al principio, un estado agudo o una exageración de esa tendencia, sino primaria y esencialmente distinta, diferente. En un caso, el soñador o el fanático, interesado en un objeto habitualmente no trivial, lo pierde de vista poco a poco en una multitud de deducciones y sugerencias que de él proceden, hasta que, al final de un ensueño colmado a menudo de voluptuosidad, el incitamentum o primera causa de sus meditaciones desaparece en un completo olvido. En mi caso, el objeto primario era invariablemente trivial, aunque asumiera, a través del intermedio de mi visión perturbada, una importancia refleja, irreal. Pocas deducciones, si es que aparecía alguna, surgían, y esas pocas retornaban tercamente al objeto original como a su centro. Las meditaciones nunca eran placenteras, y al cabo del ensueño, la primera causa, lejos de estar fuera de vista, había alcanzado ese interés sobrenaturalmente exagerado que constituía el rasgo dominante del mal. En una palabra: las facultades mentales más ejercidas en mi caso eran, como ya lo he dicho, las de la atención, mientras en el soñador son las de la especulación.

Mis libros, en esa época, si no servían en realidad para irritar el trastorno, participaban ampliamente, como se comprenderá, por su naturaleza imaginativa e inconexa, de las características peculiares del trastorno mismo. Puedo recordar, entre otros, el tratado del noble italiano Coelius Secundus Curio De Amplitudine Beati Regni dei, la gran obra de San Agustín La ciudad de Dios, y la de Tertuliano, De Carne Christi, cuya paradójica sentencia: Mortuus est Dei filius; credibili est quia ineptum est: et sepultus resurrexit; certum est quia impossibili est, ocupó mi tiempo íntegro durante muchas semanas de laboriosa e inútil investigación.

Se verá, pues, que, arrancada de su equilibrio sólo por cosas triviales, mi razón semejaba a ese risco marino del cual habla Ptolomeo Hefestión, que resistía firme los ataques de la violencia humana y la feroz furia de las aguas y los vientos, pero temblaba al contacto de la flor llamada asfódelo. Y aunque para un observador descuidado pueda parecer fuera de duda que la alteración producida en la condición moral de Berenice por su desventurada enfermedad me brindaría muchos objetos para el ejercicio de esa intensa y anormal meditación, cuya naturaleza me ha costado cierto trabajo explicar, en modo alguno era éste el caso. En los intervalos lúcidos de mi mal, su calamidad me daba pena, y, muy conmovido por la ruina total de su hermosa y dulce vida, no dejaba de meditar con frecuencia, amargamente, en los prodigiosos medios por los cuales había llegado a producirse una revolución tan súbita y extraña. Pero estas reflexiones no participaban de la idiosincrasia de mi enfermedad, y eran semejantes a las que, en similares circunstancias, podían presentarse en el común de los hombres. Fiel a su propio carácter, mi trastorno se gozaba en los cambios menos importantes, pero más llamativos, operados en la constitución física de Berenice, en la singular y espantosa distorsión de su identidad personal.

En los días más brillantes de su belleza incomparable, seguramente no la amé. En la extraña anomalía de mi existencia, los sentimientos en mí nunca venían del corazón, y las pasiones siempre venían de la inteligencia. A través del alba gris, en las sombras entrelazadas del bosque a mediodía y en el silencio de mi biblioteca por la noche, su imagen había flotado ante mis ojos y yo la había visto, no como una Berenice viva, palpitante, sino como la Berenice de un sueño; no como una moradora de la tierra, terrenal, sino como su abstracción; no como una cosa para admirar, sino para analizar; no como un objeto de amor, sino como el tema de una especulación tan abstrusa cuanto inconexa. Y ahora, ahora temblaba en su presencia y palidecía cuando se acercaba; sin embargo, lamentando amargamente su decadencia y su ruina, recordé que me había amado largo tiempo, y, en un mal momento, le hablé de matrimonio.

Y al fin se acercaba la fecha de nuestras nupcias cuando, una tarde de invierno -en uno de estos días intempestivamente cálidos, serenos y brumosos que son la nodriza de la hermosa Alción-, me senté, creyéndome solo, en el gabinete interior de la biblioteca. Pero alzando los ojos vi, ante mí, a Berenice.

¿Fue mi imaginación excitada, la influencia de la atmósfera brumosa, la luz incierta, crepuscular del aposento, o los grises vestidos que envolvían su figura, los que le dieron un contorno tan vacilante e indefinido? No sabría decirlo. No profirió una palabra y yo por nada del mundo hubiera sido capaz de pronunciar una sílaba. Un escalofrío helado recorrió mi cuerpo; me oprimió una sensación de intolerable ansiedad; una curiosidad devoradora invadió mi alma y, reclinándome en el asiento, permanecí un instante sin respirar, inmóvil, con los ojos clavados en su persona. ¡Ay! Su delgadez era excesiva, y ni un vestigio del ser primitivo asomaba en una sola línea del contorno. Mis ardorosas miradas cayeron, por fin, en su rostro.

La frente era alta, muy pálida, singularmente plácida; y el que en un tiempo fuera cabello de azabache caía parcialmente sobre ella sombreando las hundidas sienes con innumerables rizos, ahora de un rubio reluciente, que por su matiz fantástico discordaban por completo con la melancolía dominante de su rostro. Sus ojos no tenían vida ni brillo y parecían sin pupilas, y esquivé involuntariamente su mirada vidriosa para contemplar los labios, finos y contraídos. Se entreabrieron, y en una sonrisa de expresión peculiar los dientes de la cambiada Berenice se revelaron lentamente a mis ojos. ¡Ojalá nunca los hubiera visto o, después de verlos, hubiese muerto!

El golpe de una puerta al cerrarse me distrajo y, alzando la vista, vi que mi prima había salido del aposento. Pero del desordenado aposento de mi mente, ¡ay!, no había salido ni se apartaría el blanco y horrible espectro de los dientes. Ni un punto en su superficie, ni una sombra en el esmalte, ni una melladura en el borde hubo en esa pasajera sonrisa que no se grabara a fuego en mi memoria. Los vi entonces con más claridad que un momento antes. ¡Los dientes! ¡Los dientes! Estaban aquí y allí y en todas partes, visibles y palpables, ante mí; largos, estrechos, blanquísimos, con los pálidos labios contrayéndose a su alrededor, como en el momento mismo en que habían empezado a distenderse. Entonces sobrevino toda la furia de mi monomanía y luché en vano contra su extraña e irresistible influencia. Entre los múltiples objetos del mundo exterior no tenía pensamientos sino para los dientes. Los ansiaba con un deseo frenético. Todos los otros asuntos y todos los diferentes intereses se absorbieron en una sola contemplación. Ellos, ellos eran los únicos presentes a mi mirada mental, y en su insustituible individualidad llegaron a ser la esencia de mi vida intelectual. Los observé a todas las luces. Les hice adoptar todas las actitudes. Examiné sus características. Estudié sus peculiaridades. Medité sobre su conformación. Reflexioné sobre el cambio de su naturaleza. Me estremecía al asignarles en imaginación un poder sensible y consciente, y aun, sin la ayuda de los labios, una capacidad de expresión moral. Se ha dicho bien de mademoiselle Sallé que tous ses pas étaient des sentiments, y de Berenice yo creía con la mayor seriedad que toutes ses dents étaient des idées. Des idées! ¡Ah, éste fue el insensato pensamiento que me destruyó! Des idées! ¡Ah, por eso era que los codiciaba tan locamente! Sentí que sólo su posesión podía devolverme la paz, restituyéndome a la razón.

Y la tarde cayó sobre mí, y vino la oscuridad, duró y se fue, y amaneció el nuevo día, y las brumas de una segunda noche se acumularon y yo seguía inmóvil, sentado en aquel aposento solitario; y seguí sumido en la meditación, y el fantasma de los dientes mantenía su terrible ascendiente como si, con la claridad más viva y más espantosa, flotara entre las cambiantes luces y sombras del recinto. Al fin, irrumpió en mis sueños un grito como de horror y consternación, y luego, tras una pausa, el sonido de turbadas voces, mezcladas con sordos lamentos de dolor y pena. Me levanté de mi asiento y, abriendo de par en par una de las puertas de la biblioteca, vi en la antecámara a una criada deshecha en lágrimas, quien me dijo que Berenice ya no existía. Había tenido un acceso de epilepsia por la mañana temprano, y ahora, al caer la noche, la tumba estaba dispuesta para su ocupante y terminados los preparativos del entierro.

Me encontré sentado en la biblioteca y de nuevo solo. Me parecía que acababa de despertar de un sueño confuso y excitante. Sabía que era medianoche y que desde la puesta del sol Berenice estaba enterrada. Pero del melancólico periodo intermedio no tenía conocimiento real o, por lo menos, definido. Sin embargo, su recuerdo estaba repleto de horror, horror más horrible por lo vago, terror más terrible por su ambigüedad. Era una página atroz en la historia de mi existencia, escrita toda con recuerdos oscuros, espantosos, ininteligibles. Luché por descifrarlos, pero en vano, mientras una y otra vez, como el espíritu de un sonido ausente, un agudo y penetrante grito de mujer parecía sonar en mis oídos. Yo había hecho algo. ¿Qué era? Me lo pregunté a mí mismo en voz alta, y los susurrantes ecos del aposento me respondieron: ¿Qué era?

En la mesa, a mi lado, ardía una lámpara, y había junto a ella una cajita. No tenía nada de notable, y la había visto a menudo, pues era propiedad del médico de la familia. Pero, ¿cómo había llegado allí, a mi mesa, y por qué me estremecí al mirarla? Eran cosas que no merecían ser tenidas en cuenta, y mis ojos cayeron, al fin, en las abiertas páginas de un libro y en una frase subrayaba: Dicebant mihi sodales si sepulchrum amicae visitarem, curas meas aliquantulum fore levatas. ¿Por qué, pues, al leerlas se me erizaron los cabellos y la sangre se congeló en mis venas?

Entonces sonó un ligero golpe en la puerta de la biblioteca; pálido como un habitante de la tumba, entró un criado de puntillas. Había en sus ojos un violento terror y me habló con voz trémula, ronca, ahogada. ¿Qué dijo? Oí algunas frases entrecortadas. Hablaba de un salvaje grito que había turbado el silencio de la noche, de la servidumbre reunida para buscar el origen del sonido, y su voz cobró un tono espeluznante, nítido, cuando me habló, susurrando, de una tumba violada, de un cadáver desfigurado, sin mortaja y que aún respiraba, aún palpitaba, aún vivía.

Señaló mis ropas: estaban manchadas de barro, de sangre coagulada. No dije nada; me tomó suavemente la mano: tenía manchas de uñas humanas. Dirigió mi atención a un objeto que había contra la pared; lo miré durante unos minutos: era una pala. Con un alarido salté hasta la mesa y me apoderé de la caja. Pero no pude abrirla, y en mi temblor se me deslizó de la mano, y cayó pesadamente, y se hizo añicos; y de entre ellos, entrechocándose, rodaron algunos instrumentos de cirugía dental, mezclados con treinta y dos objetos pequeños, blancos, marfilinos, que se desparramaron por el piso.

martes, 13 de julio de 2010

Banda Sonora: The Runaways

Hola les traigo el Soundtrack de la nueva pelicula de Kristen y Dakota "The Runaways"...

Espero que les guste...

1- Nick Guilder - Roxy Roller
2- Suzi Quatro - The Wild One
3- MC5 - It´s A Man´s Man´s Man´s World
4- David Boeie - Rebel Rebel
5- DakotaFanning & Kristen Stewart - Cherry Bomb
6- The Runaways - Hollywood
7- Dakota Fanning - California Paradise
8- The Runaways - You Drive me Wild
9- DakotaFanning & Kristen Stewart - Queens Of Noise
10-Kristen Stewart & DakotaFanning - Dead End Justice
11- The Stooges - I Wanna Be your Dog
12- The Runaways - I Wanna Be Where The Boys Are (live)
13- Sex Pistols - Pretty Vacant
14- Joan Jett - Don´t Abuse Me

The Vampire Diaries 16: "There Goes the Neighborhood"

Les traigo el capitulo 16 de Vampire Diaries, falta poco para el final, asi q espero que la disfruten el doble.


jueves, 8 de julio de 2010

Teatro: Noctambulo, "Un amor Prohibido"

Les dejo un poco mas de info sobre la nueva obra en calle Corrientes sobre Vampiros, en cuanto la vea les comento que me parecio...

Musical de vampiros en tiempos modernos. Demian Walker (A. Iannotti) es director cinematográfico. De origen inglés, reside en Buenos Aires. De personalidad enigmática, nunca sale de día, es solitario, y oculta un gran secreto,es un vampiro.
La vida de Demian cambia para siempre al conocer a Sol Lugosi (F. Neil), una estudiante de psicología. Ella trabaja en una inmobiliaria para terminar de pagar sus estudios.
Demian se enamora perdidamente de ella, pero no quiere lastimarla con su secreto. Sol sueña vivamente con él,y el acercamiento entre ellos es inevitable.
Un giro en la historia se produce con la llegada de Henry Helens (P. Heredia), un vampiro nómada, que quiere vengar la muerte de su antiguo amor.
El encuentro se produce en un vistoso baile de máscaras en dónde Henry y Demian se enfrentan. Henry secuestra a Sol para matarla. Demian deberá enfrentarse a su naturaleza para salvar a su amor.
Misterio y pasión dan vida a esta historia. Cuándo sos inmortal ¿por qué morirías? ¿Vencerá el amor a pesar de todo? La eternidad empieza ahora.

Ficha técnico artística

Libro: Ariel Iannotti
Actuan: Germán Barcelo, Lourdes Estrella, Pablo Heredia, Ariel Iannotti, Fernanda Neil
Bailarines: Nadia Ale, Tatiana Ramírez, Nicolas Ricco, Camila Rodríguez, Mariano Scollo, Martín Segura, Debora Trautman

Escenografía: Cecilia Much
Máscaras: Soledad Arabito, Eliana Di Bussolo
Peinados: Daniel Medrano
Pelucas: Daniel Medrano
Maquillaje: Samanta Ferron
Diseño de vestuario: Soledad Arabito, Eliana Di Bussolo
Realización de vestuario: Soledad Arabito, Eliana Di Bussolo
Video: Matias Santos
Música original: Alejandro Zanzi
Fotografía: Alejandro Kaminetzky
Asesoramiento estético: Samanta Ferron
Asistencia de escenario: Gabriel Esposito
Asistente de producción: Christian Busto
Arreglos corales: Mariano Carelli
Prensa: Walter Duche, Alejandro Zárate
Producción ejecutiva: Christian Busto
Producción: Jorge Loisch
Coreografía: Maria Jose Vexenat
Dirección general: Jorge Mazzini


BROADWAY
Av Corrientes 1155
(mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4382-2201
Entradas desde: $ 50,00 - Lunes, Martes y Miércoles - 20:00 hs