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Es una historia de mentiras... misterios y tabúes.

¿Qué Harías si un día te enteras que toda tu vida es una farsa... y que tus verdaderos orígenes no son tan humanos como pensabas?...


Frase de la semana

"La belleza puede ser motivo de desaliento, de profunda desolación, y así me sentí en su presencia"

Los ojos del Vampiro.

martes, 25 de agosto de 2009

Bienvenida III


-Tranquila Dana, soy yo no te asustes.- Me dijo una voz dulce y serena. – Abre los ojos, no tengas miedo-
No me percaté que al impactar contra él había cerrado los ojos. Nehuén me tenía atrapada entre sus fuertes brazos. Lo miré fijamente y el alma me volvió al cuerpo. Mi respiración de a poco se acompasó y recupere el habla.
-Me asustaste, ¡No te das cuenta que casi me matas de un infarto!, ¿A caso estas loco?- Mi tono de voz era ofensivo, indignado. Lo cual era cierto. No existían palabras que puedas describir lo que me paso por la mente en ese momento.
-De nada.- dijo sin importarle nada lo que dije. – Vamos te vine a buscar, estaba en el pueblo y me dijeron que estabas rumbo a tu casa. Que no traías linterna, ni abrigo. Así que vine por ti.-
-Veo que en este lugar los chismes vuelan. Y gracias, de verdad, disculpa por mi mal humor, pero me asustaste. No vuelvas a aparecerte de ese modo. ¿De acuerdo?- Trataba de sonar mas amable.
-Vale, no te preocupes, ven sígueme o quieres que te lleve en andas.- Sonrió.
-Mejor te sigo.- dije algo perdida, aun no entendía que estaba haciendo allí, ¿Solamente vino por mí? Era muy raro, ese chico era demasiado raro.- Donde nos dirigimos, mi casa queda hacia allá.- y señale camino arriba.
-Nunca dije que te llevaría a tu casa, simplemente te vine a buscar.- Me miró de forma despectiva.
-¿Pero a donde me llevas?- Cada vez estaba mas desencajada.
-Volvemos al pueblo. Los vecinos han preparado una cena comunitaria para darte la bienvenida, y por su puesto no puede faltar la agasajada. Por suerte te encontré antes de lo esperado. Pensé que tendría que secuestrarte de tu cama.- Una sonrisa pícara se dibujo en su cara. Las nubes se disiparon y la claridad lunar entraba entre los árboles.
Lo mire muy seriamente, deseaba pensar que no me lo decía en serio.
-Vamos mujer camina, no querrás hacer esperar a la multitud que quiere conocerte.- Seguíamos caminando rumbo al pueblo. No Entendía nada, momentos antes estaba hablando con Elba por teléfono y sufriendo el susto de mi vida, ahora iba camino a una fiesta de bienvenida. No podía ser cierto. Porque tenía que ser el centro de atención con lo que odiaba eso.
Poco a poco se empezaron a ver las luces del camino principal. Nehuén me tomó del brazo y me hizo acelerar el paso. Estaba realmente agitada, el aire ingresaba a mis pulmones con dificultad, las piernas ya no me respondían con precisión. Un par de veces tropecé y me tuvo que sostener para que no diera mi cabeza contra el suelo. Llegamos al camino y nos dirigimos directamente hacia el gimnasio de la escuela. No me había dado cuenta que mi aspecto seguía siendo andrajoso
-Nehuén, espera; mira lo que soy, sigo con la ropa de viaje, soy un desastre.- Lo detenía frente a la puerta del instituto mientras de decía eso con tono resignado, debido a que no podía ir a casa a cambiarme y volver. Las distancias no ayudaban en lo más mínimo en ese tipo de cuestiones.
-No te preocupes por eso, nos quedamos un rato y luego prometo llevarte a tu casa y dejarte ahí sana y salva, sin que ningún animal salvaje pueda atacarte en el camino.- Lo mire anonadada, como sabia él que yo creía que en el bosque me seguía un animal salvaje. No sabía que tipo de fiesta acostumbraban, pero la aprovecharía para averiguar de mi familia y conocer más a Nehuén.
Entramos al gimnasio, no podía entender de donde salió tanta gente, creo que todo el pueblo estaba. Habían escrito un pasacalle que decía: bienvenida Dana, habitante 1634.
Mis mejillas se sonrojaron abruptamente, en ese momento deseaba ser un avestruz y meter la cabeza en la tierra. Nehuén me jaló del brazo y me llevó al centro del salón. Tomé coraje sonreí, y trate de hacer que el momento pasara lo mas agradable posible y rápido.
Él se alejo de mí y se sentó en un rincón del salón, y me observaba, cada tanto nuestras miradas se cruzaban, creo que en ningún momento me saco la vista de encima. Luego de saludar cordialmente a todos y cuando la gente se disipó un poco y se concentro en la comida, camine hacía Nehuén y me senté a su lado.
-¿Siempre es así?- pregunte agobiada.
-¿Qué cosa?-
-Esto… los recibimientos, pancartas de bienvenidas, tengo numero de habitante ¿Lo puedes creer?- Dije sorprendida, él miraba la pista de baile, algunas parejas estaban danzando y la música cada vez aumentaba más su volumen.
-No, no siempre es así.- Me miro y alzo su ceja derecha.- Bueno en realidad hace varios años que no viene nadie al pueblo a quedarse. Los últimos en llegar fueron los Blood. No vinieron a la fiesta, en realidad nunca salen de su casa, no se juntan con nadie en el pueblo. Acá la gente cree que están poseídos. Son muy extraños.- dijo mientras agarraba de la mesa que se encontraba a la derecha dos vasos de cerveza. Uno me lo ofreció a mí.
- Por tu llegada, ¡Salud!- Levantó el jarro, lo choco de forma desprevenida contra el mío, y bebió.
-Si, claro, ¡Salud!- Dije distraídamente por cortesía. Cada vez me convencía más que ese pueblo ocultaba más secretos de los que podía imaginar. Y a cada tema misterioso y que podía llegar a interesarme Nehuén lo evadía. Eso transformaba a mi tarea en algo más difícil de lo esperado. Desvié la mirada hacia la pista de baile, todos estaban disfrutando mucho. –Parece que la están pasando bien ¿No?- pregunte para cortar el silencio entre nosotros. Ninguno de los dos era de mucho hablar. Pero creo que ambos estábamos reprimiendo miles de preguntas que rondaban nuestras cabezas.
Me miro de reojo, sonrío y siguió con la vista fija en la pista de baile.- Cualquier excusa es buena para reunirse.- Dijo distante. – Te parece que te acompañe a la cabaña, no creo que te plazca ir sola por el bosque a estas horas.- continuo bebiendo.
-¿Pero… qué hora es? – Pregunté desorientada.
- Son casi las doce, y no es recomendable que una muchacha como tú ande sola por un lugar que aun no conoce.- Dijo pícaramente.
-Si, claro, no hay problema, vamos, no creo que nadie note nuestra ausencia.- Miré a nuestro alrededor, todos estaban bailando muy divertidos. Definitivamente no lo notarían.-
Salimos del gimnasio, y comenzamos a caminar por el camino principal. La noche era muy fría. Los músculos se me tensionaron, las rodillas no paraban de temblar. Traté de disimular lo más posible pero era inútil.
- Si que esta fresca la noche.- Me miró. – Toma la necesitas más que yo, para mi esto solo es un poco de aire fresco, pero veo que para ti no.- Mientras hablaba se quitó la campera de jean y me la puso sobre los hombros.
- Gracias, pero puedo tolerarlo.- dije rápidamente demostrando mi valentía.
- Entonces infórmaselo a tus labios, creo q ellos no opinan lo mismo.-
Había olvidado por completo el detalle que mis labios ante el frío se volvían morados.
El camino a casa se hizo interminable pero más relajado que antes. La oscuridad aun existía, solo nos iluminaba la luna. Se notaba que Nehuén conocía bien el lugar y eso me relajaba bastante.
Mientras caminaba pensaba en si era correcto preguntarle como supo de mi teoría del animal cazando cerca de mío. Pero decidí callar por miedo que su evasiva sea dejarme sola en el bosque.
-Vamos que no falta mucho, necesitas que me quede a acompañarte en tu primera noche o podrás superarlo.- Dijo amablemente.
-Creo que podré superarlo.- Dije sonriéndome.
- Hemos llegado, ahí esta la casa.- y señalo frente a nosotros.
En la noche la cabaña desaparecía completamente entre los árboles. Además había salido con luz y no dejé ninguna luz encendida. Gran error de mi parte.
Llegamos a la casa, encendí la luz del comedor y le invite a pasar.
-¿Café?- dije dirigiéndome a la cocina.
-No, gracias. Te aceptaría unos mates pero no tienes.- Dijo mientras caminaba por el comedor y miraba por el ventanal.
-¿Cómo sabes que tengo o no tengo en la casa?- Pregunte sorprendida.
Me miró desinteresadamente y volvió a mirar por la ventana. Caí nuevamente en sus evasivas.
-Nehuén, ¿Por qué consideran que los Blood no se relacionan con el pueblo, donde es que viven?- Le pregunte disimuladamente como si no fuera relevante para mí.
-Otro día, vale. Tengo largo camino a casa, nos vemos.- Camino rumbo a la puerta la abrió y salió apresuradamente. No me dio tiempo de despedirme. Me quede estática en la cocina, no entendí que lo había incomodado, pero para conocer un poco más del pueblo ese era la punta de mi ovillo. Él sabía cosas que para mi eran importantes, y no haría fácil la tarea de averiguarlas.
Cada vez que algo lo incomodaba esquivaba mis comentarios con preguntas fuera de lugar.
Apagué la luz del comedor. Me dirigí al dormitorio y saque mi pijama del armario, me lo puse. Armé la cama con unas sabanas que le había sacado a Elba del armario y me acosté. El día había sido demasiado largo. Aunque tuviera diecisiete años y la energía a flor de piel, mi cuerpo decía basta. Estaba tan cansada que no podía dormir. Daba vueltas en la cama sin encontrar una posición cómoda.
Extrañaba Seattle, nunca estuve tanto tiempo fuera de casa, nunca estuve fuera de casa. Todo lo vivido ese día rondaba mi cabeza. La llegada al pueblo, la advertencia del hombre del camino, la fiesta, Nehuén. Si sobre todo Nehuén.
El sueño apareció y dejé que invada mi ser.