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Es una historia de mentiras... misterios y tabúes.

¿Qué Harías si un día te enteras que toda tu vida es una farsa... y que tus verdaderos orígenes no son tan humanos como pensabas?...


Frase de la semana

"La belleza puede ser motivo de desaliento, de profunda desolación, y así me sentí en su presencia"

Los ojos del Vampiro.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Decision II

A medida que me alejaba, comenzaba a añorar todo lo que veía e iba dejando atrás. Elba estaba de guardia en el hospital y llegaría a casa pasado el mediodía. Cuando halle la nota, creo que todo el barrio sentiría su grito. Grito que definiría una mezcla de ira con la desesperación, acompañado de la celebre frase “¿Qué hice para merecer esto? Por suerte mis oídos no tendrían q escucharlo. Para ese entonces ya estaría en vuelo.

Más de un día de viaje transitó y aun no había llegado a destino, mi cuerpo estaba exhausto, necesitaba localizar un lugar donde descansar, pero a la vez la curiosidad por llegar era más fuerte. Respiré ondo y me subí al primer taxi que encontré en la puerta del aeropuerto.
El paisaje había cambiado totalmente, ya dejaba de ver las tonalidades ocres de Seatlle, sino que el verde sobresalía rotundamente, a pesar que en esta parte del hemisferio estaba en primavera, aun se podía sentir un frío cortante, había mucha bruma. Mire el reloj y marcaban las siete de la mañana, con el detalle que no sabía de que día, estaba totalmente desentendida, el cambio de horario y de estación del año me desoriento completamente. De pronto el taxi frenó. Frente a mi un gran cartel que decía Bienvenidos a Aguada del Zorro. Había llegado. Después de tanta travesía, baje del auto, agarre mi maleta y comencé a caminar por el costado de la ruta que entraba al pueblo.

El lugar era majestuoso, las montañas no podían ser tomadas como algo imperceptible, se elevaban alrededor de todo el horizonte, mostrando sus picos nevados, todo lo demás era muy verde. La mañana amanecía con bastante bruma, seguramente se debería a la temporada del año que estábamos pasando. Realmente podía sentir la helada penetrando en mis huesos.
A pesar que la visión no era muy buena, pude vislumbrar a lo lejos un hombre sobre un caballo, lo cual me sorprendió mucho, una imagen así no es muy común en Seattle. Avance hasta el sujeto. Era alto, de piel morena, de ojos negros como la noche, de una complexión delgada, pero no mucho. Me miró de una forma muy desconfiada. Trate de recordar las clases del colegio y todas esas charlas con mi abuela en español. Respiré ondo y al final hablé. –Buenos días señor, acabo de llegar al pueblo, necesitaría que me indique como llegar a esta casa- Y saque del bolsillo de la campera la fotografía. Se la alcance para que la viera, su rostro se puso tenso, su mirada se endureció, y me devolvió la fotografía. Levanto su mano y me indico con voz grave:- Camina por la senda hasta donde termina, cuando llegues allí, encontraras a alguien, sabrán guiarte.- Agradecí por su gentileza, y retome camino.
La maleta era realmente pesada, por momento odiaba haber llevado tanta ropa, pero por otros estaba agradecida, la mañana era realmente fría. Camine largo trecho, momento a momento la ansiedad aumenta, de modo que no se cuanto tiempo anduve, cada vez confirmaba mas mi perdida de tiempo y espacio. Logré ver a lo lejos que la calle terminaba con unos pinos que se elevaban a una altura que no podría asegurar, me topé con un anciano mirando la nada, sentado en la puerta de una proveeduría. Me dirigí hacia él y le realice el mismo cuestionario que al hombre anterior. Pero esta vez la reacción del sujeto fue muy diferente. Con su mano temblorosa señaló hacia el bosque. Me informó que me dirija montaña arriba unos mil metros y me cruzaría con lo que buscaba.
Al escuchar esas palabras, la adrenalina recorrió todo mi cuerpo, el corazón aumento sus latidos, la respiración se agito acompasadamente. Agradecí la ayuda y me voltee para seguir camino. De repente me sobresalté, el anciano me tomo del brazo, volví mí vista hacia é. Nuestras miradas se cruzaron, sus ojos me penetraron, no me había dado cuenta que esos ojos no eran como cualquiera que allá visto antes, sobre todo por el color, eran azules, un azul tan claro que su pupila dibujaba un lunar negro en su interior. Mi cara se puso blanca, y con voz serena y en un casi susurro me dijo:- Cuídate, hace años que nadie va por esos lares, presta atención a la noche. Se astuta y no la desafíes.- un escalofrío me recorrió espalda. Esas palabras me recordaron al momento en que mi abuela me había entregado el libro. En voz muy baja dije en ingles:- todos en este pueblo van a mostrarse tan misteriosos, ¡Por favor!, acaso salieron de una película de Hitchcock. El hombre me siguió mirando, pero retiro su mano de mi brazo y se marcho.
En ese mismo momento, no entendiendo la situación que había pasado, respire ondo y continúe por camino que me había indicado.
Los pies me pesaban, no se como mi cuerpo pudo soportar tantas exigencias. Mis brazos eran delgados, al igual que mis piernas, tenía una contextura física más bien debilucha, pero creo que me subestimé. A pesar que nunca me había expuesto tanto a los cambios bruscos de clima, recorrer largas distancias, no solo caminando sino con un enorme bulto al hombro y ya no recordaba cuanto tiempo pasó desde mi último descanso. No era por que no me gustara la aventura, sino porque prefería comportarme correctamente, o sea como Elba quería, antes de escuchar sus consejos de doctora. Para ella todo era perjudicial. Si salía con nieve podía resfriarme, adquirir neumonía y no se cuantas enfermedades mas, el excesivo peso me provocaría escoliosis, siempre estaba el no en lo que se refiriera a grandes esfuerzos. Elba, ¿Qué estaría haciendo? ¿Cómo habría reaccionado ante la noticia de mi huída? En realidad si una vaga idea rondaba mi cabeza con las posibles respuestas, pero no quería detenerme a pensar en ellas. Una vez que me instalase, bajaría al pueblo a llamarle.
Levante la viste y la vi, ante mis ojos y perdida entre unos árboles lograba vislumbrar la cabaña. Me detuve baje el bolso y introduje la mano dentro del bolsillo de la chaqueta. Saqué la foto y la miré. Ahí estaba, la había encontrado. A pocos metros pero a la vez mezclada con la espesura del monte, se elevaba la famosa casa, famosa, porque yo la consideraba así, toda mi locura de viaje se debía a esa imagen y ahí estaba, frente a mi como hacia años lo fue para quien tomó la fotografía. La mirada se me ilumino y nada más me importo, todo lo que quería estaba ahí, ante mis ojos. La sonrisa me dibujó la cara, tome impulso y recorrí los pocos metros que me separaban de ella.