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Es una historia de mentiras... misterios y tabúes.

¿Qué Harías si un día te enteras que toda tu vida es una farsa... y que tus verdaderos orígenes no son tan humanos como pensabas?...


Frase de la semana

"La belleza puede ser motivo de desaliento, de profunda desolación, y así me sentí en su presencia"

Los ojos del Vampiro.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Capitulo III: Primer encuentro V


La mañana era deliciosa, una suave brisa fría soplaba y traía consigo el aroma a tierra mojada, el rocío que cayó fue suficiente como para penetrar por la maleza del bosque y humedecerlo todo.
El camino fue bastante placentero, disfrute de los rayos de sol que empezaban a penetrar el bosque y brindaban un tenue calor que contrarrestaba el frescor.
Recorrí el mismo sendero del día anterior, baje de la montaña por el camino de acceso. Realmente estaba disfrutándolo. Continué rumbo a la despensa. No tenía idea que iba a comprar pero una vez dentro viendo lo que tenían aparecería en mi cabeza una lista de cosas.
Las calles estaban bastante transitadas, el reloj de la iglesia marcaban las diez y treinta, todo era perfecto. De fondo se escuchaban los gritos de los chicos en el colegio, a mi parecer estaban de recreo.
La gente andaba en bicicleta, otros en autos, nada era como en Seattle, en Aguada todo era antiguos, parecía que el lugar estaba encerrado en una capsula de tiempo. Muy pocas cosas destacaban, es decir, desentonaban. Frente a la almacén estaba estacionado un Toyota color azul noche último modelo con vidrios polarizados. Realmente captó toda mi atención. Debería pertenecer a los ricos del pueblo.
Deje de mirar el vehículo y caminé directo a la entrada de la tienda.
Empuje la blanca puerta para ingresar y al mismo tiempo se oyó el sonido de un llamador de ángeles que anunciaba el ingreso a la tienda.
Dentro no se encontraba mucha gente, delante de mí solo tenia cuatro personas, de manera que seria atendida rápidamente. Agarré una cesta que había a un costado de la puerta, fui a las estanterías y empecé a meter dentro todo lo que consideraba que sería de utilidad
Mientras elegía cada cosa me di cuenta que el murmullo constante que invadía el lugar cuando entré se extinguió y ahora los ojos de los que estaban allí se posaban en mí. Era realmente incomodo.
-Hola, buen día- Dije amablemente cuando por fin era mi turno de ser atendida.
-Dana Lowell, ¿No?- Respondió sin desconcentrarse de su trabajo. Le hice una mueca amistosa, seguramente seria el único lugar del pueblo al que acudiría comúnmente a comprar. –Soy Fermín, el hijo de Don Javier, seguramente lo viste anoche en la fiesta- Hizo el gesto de un hombre encorvado agarrándose de la cintura y con su otra mano sosteniéndose con un bastón. Dejé escapar una risa apagada.
-Bueno… en que te puedo ayudar antes que se llene de gente el local de nuevo.- Mire a mi alrededor y no había quedado nadie. Puse la cesta sobre el mostrador y comenzó a sacar las cosas y hacer la cuenta.
Agarré algunas cosas más de las estanterías y las fui poniendo sobre el mostrador.
-¿Así que estas viviendo en la vieja casa Lemunkuyen?, linfa casa, pero… ¿Cómo es que llegaste ahí?- Lo mire desorientada, no entendía de que me estaba hablando.