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Es una historia de mentiras... misterios y tabúes.

¿Qué Harías si un día te enteras que toda tu vida es una farsa... y que tus verdaderos orígenes no son tan humanos como pensabas?...


Frase de la semana

"La belleza puede ser motivo de desaliento, de profunda desolación, y así me sentí en su presencia"

Los ojos del Vampiro.

sábado, 7 de noviembre de 2009

El primer trago fatal

Les dejo un nuevo capitulo de "La Mascarada" recuerden que este relato no es mio, si no la base de un juego.
En muchos casos, uno recibe el primer trago de sangre la noche que se convierte en vampiro… uno de la “Estirpe”, como nos gusta llamarnos. El proceso recibe el nombre de “Abrazo” y tiene dos fases distintas y bastantes difíciles. En la primera, el vampiro que quiere crear progenie bebe hasta la última gota de sangre de su futuro “chiquillo”. No es diferente de la alimentación normal, salvo por el hecho de que no hace falta preocuparse de borrar los recuerdos o disponer del cadáver. Además, acabas realmente lleno. La diferencia llega después.
Cuando la última gota de sangre ha abandonado el cuerpo, el vampiro “padre” (el término técnico es “sire”, si te interesa) devuelve parte de la sangre robada. Se muerde el labio, o la muñeca, o lo que sea, y deja que algo de su vital pase a la boca de la víctima. Suponiendo que el mortal no se resista al proceso (pocos lo hacen, créeme) y que el sire no se haya retrasado demasiado al dar su regalo, la sangre desciende por la garganta del moribundo y hace que resucite como vampiro.
Suena sencillo, ¿no? La verdad es, como siempre ocurre, más complicada. Mi propio Abrazo podría parecer el epítome del lujurioso esplendor romántico que tu época ha atribuido a mi especie, e incluso así me estremezco aterrado al recordarlo. Todos los ingredientes del romance estaban presente (el boudoir iluminado por las velas, las copas de vino a medio beber, el palpitante pecho de mi dama); parecíamos estar en las páginas de una novela. Caímos sobre la cama y, en el culmen de la pasión, hundió los colmillos en mi cuello. Entre el placer del momento y el de su alimentación (sí, es bastante placentero para los mortales, hasta el punto de que algunos se vuelven adictos) estuve encantado de dejarme llevar. Recuerdo haber pensado que, después de todo, mi madre había tenido razón; las malas mujeres serían mi muerte. Incluso recuerdo cómo reí mientras mi sire me bebía la vida.
Y entonces, mientras estaba allí sentado observando aquella puerta oscilante abierta ante mí, mientras mi alma deba sus primeros y vacilantes pasos hacia el Cielo, ella se abrió la muñeca tranquilamente y derramó el vitrolo de la vida eterna por mi garganta. Puedes burlarte de mí por no rechazar lo que se me ofrecía, pero la vida es dulce incluso frente al rostro de la Gracia. Su sangre me quemó alñ pasar por mis labios y mi garganta, y me encontré queriendo vivir. El dolor causado por la sangre era la prueba de que estaba vivo y, cuando fue obvio que no la cruzaría, la puerta resplandeciente se desvaneció con un sentimiento de inefable tristeza, dejándome con mi sire y un ansia asesina. Por fortuna, mi maestra fue tan gentil como para atenderme durante el cambio: había seducido a mi mejor amigo antes de hacerse conmigo, dejándole en una habitación contigua como un alcaudón alimentando a su cría. Mientras sentía morir mi cuerpo célula a célula, él yacía sin sentido esperando mi hambre.
Ah, sí, el hambre de la creación. Esa pequeña cantidad de sangre que el sire usa para otorgar el Abrazo no es mucha… unas pocas gotas con más sentido místico que nutricio. No proporcionan alimento suficiente para satisfacer el hambre de un vampiro recién creado, así que al nuevo chiquillo le conviene rezar por que su sire haya preparado unas pocas botellas o, mejor unos pocos cuerpos para el momento. He contemplado el horror de los Vástagos recién Abrazados entregándose a esa hambre incontrolable y haciendo pedazos a quien estuviese cerca. Cuando la sed te embarga haces lo que sea por saciarla. Matarás a tu amante, a tu hijo, a tu padre o a tu sacerdote parara ella, y te sentirás feliz… al menos mientras dure el frenesí.
Éste es el punto, querida. Porque no importa el tiempo que hayas pasado en frenesí ni lo que lo provocó (miedo o hambre o dolor o rabia); no importa cuánto tiempo hayas cedido al animal dentro de tu; no puedes controlar lo que haces y siempre acaba saliendo. Y es entonces cuando debes enfrentarte a las consecuencias de lo que hiciste cuando el animal estaba al mando. Y el primer frenesí no es nunca el último. Uno podría pensar que con la experiencia se va haciendo más fácil superar esa pérdida de control, pero no se podría estar más equivocado.

1 comentarios:

Samantha dijo...

Interesante,como todo lo que tiene La Mascarada.

Un saludo!