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Es una historia de mentiras... misterios y tabúes.

¿Qué Harías si un día te enteras que toda tu vida es una farsa... y que tus verdaderos orígenes no son tan humanos como pensabas?...


Frase de la semana

"La belleza puede ser motivo de desaliento, de profunda desolación, y así me sentí en su presencia"

Los ojos del Vampiro.

lunes, 17 de agosto de 2009

Bienvenida

Todo lo que una vez busqué estaba frente a mí, sabía que dentro encontraría las respuestas a muchos interrogantes que nunca quisieron responderme.
El sol comenzaba a alzarse y con eso disipaba la neblina de la mañana, el calor se hacía presente poco a poco.
Puse mi mano sobre la perilla para abrir, aun fue una idea tonta, porque quien hubiera dejado una casa sin llave, y más durante quien vaya a saber cuantos años, pero con probar no cambiaría nada. Gire el picaporte y click, se abrió, estaba asombrada. Mi mente no entendía como podía ser cierto que tan fácilmente podía entrar.
Abrí la puerta y entre.
Estaba totalmente convencida que la casa no estuvo abandonada durante diecisiete años. Ningún lugar se mantenía en pie luego de casi dos décadas de abandono. Mis ojos mostraban que en realidad nunca estuvo olvidada. En este caso todo lucía impecable, como si regularmente alguien viniera a limpiar y quitara la polvareda del lugar.
Era muy acogedor el interior de la vivienda, todo era totalmente rustico y se notaba que las cosas estaban hechas con materiales del lugar. Dejé caer mi bolso al suelo sin importarme nada, y continué observando, la puerta quedó abierta y no me importó en lo mas mínimo. Comencé a caminar por el interior de la casa mirando con los ojos muy abiertos. Había unas grandes ventanas que ocupaban prácticamente toda la pared, y de allí se extendía un paisaje inexplicable. El camino a la cabaña me había llevado hacía lo alto de una meseta, por eso el paisaje era tan panorámico, desde la ventana podía observar un valle dibujado con diferentes tonalidades de verdes y marrones, árboles caídos, un par de ovejas pastando, el degrade de colores era maravilloso, el cielo ya se teñía de celeste, y el sol se mostraba en su esplendor.
En el centro del comedor se extendía una mesa circular que estaba formada por un montón de rodajas de árboles unidas, las sillas estaban en compose, eran también troncos cortados cumpliendo la función de banquetas.
Detrás de la puerta se levantaba una escalera que habilitaba el paso a un entre piso donde se encontraba la habitación, mirando hacía arriba se veía el respaldo de una cama.
A la derecha de la entrada se ubicaba una puerta que conducía al baño, y a su lado bajando un desnivel se hallaba la cocina. Toda la casa parecía de cuento de hadas. No se cuanto tiempo observe todo muy concentrada, desde que salí de casa cada vez me perdía más en el tiempo. Cuando terminé de recorrer con la mirada todo el lugar volteé a agarrar mis cosas y el corazón se me paró de repente.
- ¿Quien es usted?, hace cuanto esta parado ahí - Dije asustada y sin impórtame el modo de hablar, me sobresalto ver la figura de un joven de mi edad apoyado sobre la arcada de la puerta de entrada mirándome.
- Sí, para mi también es un gusto, ¿Como te llamas?- Respondió cambiando de tema el muchacho y me tendió su mano para saludarme.
Su respuesta me desencajó totalmente, de manera que lo único que podía hacer era bajar la guardia y presentarme.
- Lo siento, perdón, es que me asustaste, soy Dana Lowell – dije entre cortadamente y respondí al saludo.
-Un gusto, no quise asustarte, ¿Te puedo tutear verdad?-
-Si, bah, eso creo- lo mire con cara de no entender a que se refería con lo que me había preguntado.
- Tratarte de vos en lugar de usted, eso sería básicamente. - Su cara era como un gran signo de interrogación esperando respuesta.
- Ah! Si claro, no hay problema.- exclame relajada.- pasa no te quedes en la puerta, entra, acabo de llegar al pueblo, ¿Tu eres de por acá?- pregunte incrédula.
- Sí, podría decirse, estoy a unos treinta minutos de camino hacia las montañas, vivo allí con parte de la tribu.- Mientras decía esas palabras se dirigió a la ventana y se acomodó en el diván que se hallaba al costado de la ventana. Lo cual me pareció muy impertinente de su parte. Igual no se lo hice notar, tal vez sería costumbre del lugar comportarse de esa forma en casa ajena, o más a mi favor, él tal vez habituaba a la casa. Demasiada casualidad que alguien que vivía tan lejos en el momento de mi llegada pase por ahí. Puse mi mejor cara de amabilidad y continúe escuchándolo.
-Y a ti que es lo que te trae por el pueblo, por tu acento puedo notar que no eres argentina.-
- Así es, de hecho mi familia si es de acá, esta es la casa de mis abuelos. -
La cara del muchacho se transformó, sus delicados e impertinentes ojos verdes que observaban cada movimiento que hacía se abrieron muy sorprendidos, su respiración se entrecortó. Desvió la mirada hacia el ventanal.
-Mira vos, no la verdad que no conozco a nadie que haya vivido acá- Exclamó de forma desinteresada y sobradora. Se puso de pie.
- Si es que se fueron del lugar cuando yo aun no había nacido, es lógico que no los conozcas.- Mientras decía esto, se dirigió a la salida y yo seguía con la mirada cada uno de sus movimientos. Eran muy estilizados y lentos pero a la vez seguros.
- Perdón, pero debo regresar, me esperan. Fue un gusto conocerte Dana. Nos cruzamos cualquier día.- inclino su cabeza en forma de saludo y salió de la cabaña, me dirigí a la puerta.
- Para mi también fue un placer. - Dije mientras se alejaba – Disculpa – Grite y se volteó para mirarme - No me has dicho tu nombre –
-Nehuén, pero puedes decirme Frache – dijo mientras caminaba hacia atrás alejándose de la casa, se volteo y desapareció entre la maleza.

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